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Practicar el juego que propone el siglo XXI, se parece más a un juego en equipo que a un deporte individual. Quien no logre aprender sus reglas,  difícilmente pueda llegar a las finales.

En un mundo en donde los youtubers, tiktokers e instagramers tienen el poder de la influencia; en donde la imagen privada de las personas es pública desde el momento en que una madre presenta a su recién nacido en Facebook; en donde lo que transmitimos de nosotros a través de las Redes Sociales se vuelve un producto consumible; en donde ser “el protagonista” es una forma de vida y en la cual más seguidores equivalen a “más felicidad”, ¿cómo podríamos aceptar que poner el foco en un lugar que no sea en nosotros mismos se puede convertir en la clave del éxito?

Forjamos nuestras personalidades, a medida que la vida nos enfrenta a experiencias; vamos marcando nuestro caracter y nuestra forma de ser, que a medida que los años pasan son cada vez más difíciles de alterar. Todo cuenta: la cantidad de hermanos, la personalidad de los padres, el tipo de maestros o escuela a la que asistimos, los amigos de los que nos rodeamos y hasta el deporte que decida practicar (si es que es realmente una decisión).

Aquellas personas que practican deportes en equipo desde pequeños – como el rugby o el futbol- suelen desarrollar ciertas habilidades como la colaboración, el trabajo en equipo, la empatía o el liderazgo. Si hoy pensamos en grandes equipos, entre los que nos lleguen a la mente, seguramente estarán: el Barcelona de Guardiola, los All Blacks, “La Roja” de Vicente del Bosque, la Generación Dorada del basquet argentino, campeona olímpica de Atenas 2004 o el Dream Team, con Michael Jordan y Scottie Pippen, en Barcelona 1992.

Independientemente de que podamos identificar grandes habilidades individuales, en todos los casos mencionados, la diferencia siempre la ha marcado el equipo. No importa quién meta el gol o el try, ni siquiera el resultado de un partido, sino el aprendizaje adquirido y el resultado al final de la temporada.

 

 

La fuerza más difícil de gestionar

Cuando buscamos, consciente o inconscientemente, a individuos que nos inspiren o nos marquen el camino dentro de un grupo o contexto, nuestras expectativas siempre serán lógicas. Pero si esperamos que esas mismas personas nos salven, alcancen nuestro éxito por nosotros, pongan la pelota en el área y, además, cabeceen ese pase definitivo, empezamos a convertir a héroes en superhéroes. Y, como ya sabemos, estos existen únicamente en las películas.

Es aquí donde entra en juego la fuerza más dificil de “gestionar”: el Ego de quienes creen que pueden llenar el papel de superhéroes. Ese vacío, semivacío, casi vacío, que está siempre listo para ser llenado. El Ego que viene del egoísmo propio de quienes anteponen los intereses de uno por sobre los ajenos y que habitualmente acarrea un gran perjuicio para los demás.

Eso mismo que ocurre en un campo de fútbol, ocurre en las organizaciones. Cuando una compañía no funciona como equipo, sino como la suma de sus individualidades, veremos que actúan como compartimentos estancos, con poca sinergia entre áreas. Veremos una cultura en la cual el poseer información implica poder. Una cultura en la cual los incentivos y premios se otorgan por resultados y logros individuales. Una cultura, finalmente, que se caracteriza por la dificultad para aprender de resultados adversos y por una baja aspiración para generar los resultados de largo plazo.

Una compañía que se basa en el egoísmo, no puede colaborar, no puede trabajar en equipo, no cree en la construcción colectiva. Por ende, termina siempre en las soluciones miopes con una única perspectiva y ángulo de visión, por ende, con una riqueza poco envidiable.

El problema se profundiza aún más cuando el CEO de la compañía debe llenar ese ego y se hace eco de la situación, comprando el personaje y creyendo que puede convertirse en un Maradona que no necesita a nadie más para ganar la Copa del Mundo. Sin embargo, es precisamente esta mirada la razón por la cual, en un mundo como el que vivimos, te quedas fuera del partido, fuera del campeonato y fuera del juego.

 

Por Gabriel Weinstein, Managing Director de OLIVIA Europa

 

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