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El vínculo se transformó en la diferencia competitiva para un mundo de negocios que comienza a emerger de la pandemia.

Los líderes tienen mucho que aprender del Rock. Lo entendí en el último concierto del grupo Die Toten Hosen, que tuve la suerte de presenciar a pocos meses de iniciarse la pandemia. 

Después de dos horas de espectáculo, salí del estadio ronco, sediento, un poco golpeado, pero con la sensación de haber vivido un momento inolvidable. Y no era el único, al salir de entre las 10.000 almas que habían compartido conmigo el espectáculo, las caras, reflejaban una misma mezcla de alegría, entusiasmo y satisfacción. El dictamen era unánime: los músicos se habían dejado la piel en el escenario. No se habían guardado nada y nosotros nos íbamos con mucho más de lo que habíamos pagado por nuestra entrada.

¿Cómo hacemos nosotros, los líderes organizacionales, para ser vistos como Die Toten Hosen y crear esos lazos indestructibles con nuestros equipos que los convierta en nuestros fans?

Desde nuestros colaboradores ya quedó más que demostrado que su productividad no ha caído a raíz del teletrabajo. Aún en condiciones familiares y de espacio físico complicadas, ellos lo dieron todo y lo siguen dando en momentos donde el cansancio y saturación ya se hacen presente.

¿Pero nosotros? ¿Estamos dejándonos la piel en el escenario?

Algunos líderes tomaron la oportunidad y lograron establecer vínculos profundos con sus colaboradores, yendo mucho más allá de la antigua instancia de “chequear”.
Aprovecharon los encuentros directos y sin intermediarios que la pandemia les puso en bandeja a través de la virtualidad y hablaron desde otro lugar con ellos, incorporándolos en conversaciones significativas, para crear, pensar y diseñar nuevos proyectos juntos . Dejaron de preguntar por “el informe” para escuchar su opinión y visión. Y claramente lograron redefinir el tejido social de la compañía, convirtiéndose en Rockers admirados y acompañados por su público.

Y este nuevo vínculo terminó decantándose hacia toda la cadena de valor: desde los productos, pasando por los clientes, hasta los proveedores. Y hoy, está marcando una nueva cultura que se transmite hacia el exterior, posicionando a la organización de una manera diferente y única. Hasta inclusive, empezando a darle una mística especial, esa de la que gozan las bandas legendarias a las que los fans no abandonan.

Por otra parte, ese “darlo todo” de los líderes se volvió contagioso en sus organizaciones y está impulsando la creación de productos y servicios que le llenan el corazón a los clientes, los que en última instancia, se convertirán también en una tribu de seguidores, que los acompañarán en las buenas y en las malas.
Estos líderes además, se dieron cuenta que nadie espera que ellos tengan todas las respuestas pero si valoran “la autenticidad” del vínculo creado. La genuina conexión. Recordemos que la experiencia de cliente es buena cuando la experiencia del empleado lo es, y esta última le antecede.

Si todavía no sos de los que se subieron al escenario, no es tarde. ¡Subite! Hay un público esperando.

Por Alberto Bethke, CEO y socio fundador de OLIVIA

 

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