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Los Juegos Olímpicos de París 2024, que cerraron recientemente, nos demostraron que el liderazgo trasciende las fronteras del deporte. Vimos historias de esfuerzo, sacrificio y, sobre todo, de liderazgo en su forma más pura. En cada medalla ganada, en cada récord superado, podemos encontrar enseñanzas aplicables al mundo corporativo, especialmente cuando enfrentamos un segundo semestre cargado de desafíos.

 

¿Qué tienen en común un atleta olímpico y un CEO? Ambos deben superar obstáculos, tomar decisiones difíciles y navegar solitariamente por entornos de alta presión. El mundo corporativo, a diferencia de una pista de atletismo, no ofrece una línea de meta clara. Es más bien una maratón, donde la resistencia, la adaptabilidad y la visión a largo plazo son esenciales.  

Al igual que un atleta se prepara durante años para unos pocos minutos de gloria, los líderes deben invertir tiempo y esfuerzo en su desarrollo personal y profesional. La era digital revolucionó la forma en que hacemos negocios, y los líderes deben estar dispuestos a aprender nuevas habilidades y adaptarse a las tecnologías emergentes. La inteligencia artificial, la automatización y la analítica de datos están transformando industrias enteras, y aquellos que no se adapten quedarán atrás. El liderazgo ya no es solo una cuestión de experiencia, sino de flexibilidad y apertura al cambio.  

La estadounidense Simone Biles, una de las gimnastas más premiadas de la historia, nos enseñó la importancia de reconocer el momento de dar un paso al costado para cuidar la salud mental, cuando en Tokio 2020 decidió retirarse temporalmente de la competencia. La decisión de volver desafió las expectativas y normalizó la conversación sobre el bienestar emocional. En el mundo empresarial, la presión por alcanzar resultados puede llevar a burnout. No por nada para el 55% de los CEOs dicen haber enfrentado problemas de salud mental en el último año. 

Otro punto es que ningún deportista llega solo al podio. Detrás de cada medalla, hay un equipo de entrenadores, fisioterapeutas, nutricionistas y otros profesionales que trabajan en conjunto para lograr un objetivo común. Del mismo modo, los líderes de empresas necesitan rodearse de equipos talentosos y comprometidos. La colaboración, la confianza y la comunicación abierta son clave para construir equipos de alto rendimiento.  

Los Juegos Olímpicos también nos dejaron historias de lucha y controversia, como el caso de la boxeadora argelina Imane Khelif. Cuestionada y puesta bajo un intenso escrutinio, Khelif enfrentó una polémica que puso a prueba su carácter y determinación. Su caso nos recuerda la importancia de tener la información correcta antes de emitir juicios y tomar decisiones. En el mundo corporativo, muchas veces tomamos decisiones con información incompleta o sesgada, lo que puede llevar a errores que afectan no solo a la empresa, sino también a las personas involucradas.  

París 2024 mostró también el poder de la humildad. Rebeca Andrade, la gimnasta brasileña que ganó el oro, fue homenajeada por las gimnastas estadounidense Jordan Chiles y Simone Biles, quienes, con una reverencia, reconocieron el esfuerzo ajeno, incluso en un entorno competitivo.   

Sin embargo, también vimos lo contrario en el caso del atleta estadounidense Shelby McEwen, quien se negó a compartir el oro con el neozelandés Hamish Kerr en una prueba de salto. Finalmente, en una nueva prueba, lo superó Kerr. Este acto habla de cómo la ambición desmedida puede llevarnos a perder más de lo que ganamos.    

En un mundo empresarial cada vez más volátil y complejo, el liderazgo requiere más que nunca de intuición, empatía y la capacidad de guiar a los equipos hacia una transformación auténtica. Así como en los Juegos Olímpicos, donde los deportistas desafían sus límites, los líderes deben estar dispuestos a reinventarse y crear nuevas formas de valor.  



Por Jorge Gatto, Socio & COO Global de OLIVIA  

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