@muynegociosyeconomia.es - La visión de Donella: el mundo como un sistema

Científica ambiental estadounidense, Donella Meadows nos ha enseñado a entender nuestro mundo como un conjunto de vasos comunicantes

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Científica ambiental estadounidense, Donella Meadows nos ha enseñado a entender nuestro mundo como un conjunto de vasos comunicantes. En esta última charla con líderes que nos ayudaron a transformar lo que hacemos, la investigadora nos invita a cuestionarnos hasta dónde estamos dispuestos a crecer como organizaciones y cuánto nos conviene hacerlo.

A diferencia de nuestros tres primeros entrevistados, pocos deben conocer a Donella (Danna) Meadows. Que esto sea así, me sigue sorprendiendo. Especialmente, cuando uno de los principales debates que la sociedad global libra en estos días no tendría lugar sin las bases que sentó Donella hace ahora casi 50 años.

Nacida en 1941 en Illinois, EE.UU., y fallecida en 2001 en New Hampshire, la científica ambiental, maestra y escritora, Meadows contribuyó con su obra a ampliar nuestra mirada sobre nuestra existencia y su lugar en el mundo. Licenciada en Química y con un doctorado en Biofísica, formó parte del equipo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que elaboró quizás el primer modelo computacional global que proyectó el impacto que tendría el ser humano sobre la evolución del planeta. En base a los resultados del modelo encargado por el Club de Roma al MIT, Meadows lideró el trabajo que luego pasó a ser el libro “Los Límites del Crecimiento” que fue publicado en 1972, poco antes de la primera crisis del petróleo.

La obra se tradujo a 30 idiomas y alcanzó los 30 millones de copias vendidas. No puede sorprender: el libro anticipó que, de mantenerse la tendencia creciente de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales, la tierra alcanzaría los límites absolutos de su crecimiento en el próximo siglo. En su tesis final, el trabajo de Meadows indicaba: «en un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) no son sostenibles».

El informe ganó relevancia en todo el mundo y dio comienzo al debate sobre la capacidad de nuestro mundo para gestionar las ansias de nuestra especie para crecer más allá de los límites que tiene el mundo físico en el que vive como los recursos naturales no renovables, la tierra cultivable finita, y la capacidad del ecosistema para absorber la polución que genera nuestra forma de vida.

Su autora no solo se convirtió en una de las voces líderes del debate, sino que fundó entre otros, el Sustainable Institute (hoy: Academy of Systems Change). Este organismo combina la investigación con demostraciones prácticas de vida sostenible. Su misión: fomentar la transición a sistemas sostenibles en todos los niveles de la sociedad, desde lo local a lo global. El Sustainable Insitute generó, entre otros, conceptos como el de las “eco aldeas” y el de las granjas orgánicas tal y como hoy las conocemos.

En pocas palabras Dana Meadows marcó un antes y un después para entender nuestra existencia como parte de un sistema, en el cual los seres humanos somos solo un actor más. Con su investigación y su activismo impulsó el debate sobre la sostenibilidad a escala global. Por estos motivos hemos decidido que, para el cierre de nuestro ciclo de entrevistas con gamechangers, pedirle su opinión. El mundo aún debe digerir la ruptura que supusieron los últimos dos años mientras debe soportar las consecuencias de la crisis geopolítica que atravesamos. La visión de quien supo anticiparnos hace casi medio siglo dónde estaríamos hoy, nos pareció más que necesaria para lograrlo. Me imaginé encontrarla - dónde sino- en un café, en la ciudad de Chico, California, muy cerca del instituto que ayudó a crear. En la media hora que conversamos por videollamada, me ha recordado que si bien la situación que atraviesa el mundo es preocupante, el remedio para corregir el rumbo está mucho más cerca de lo que pensamos. A continuación, el diálogo que he podido mantener con Donella y que me recordó la necesidad de tenerla hoy mucho más presente que nunca.

 

- Juan Parodi.- Antes de arrancar Donella: muchas gracias por el tiempo que nos dedicas hoy. Especialmente, porque nos permites reflexionar juntos sobre este mundo que, tras una pandemia y con una nueva guerra en Europa, vuelve a cuestionar nuestra habilidad para entender que no tenemos un plan B. Para no perdernos en la amplitud del tema, me permito centrarme en el mundo de las organizaciones y empresas que hoy tienen un rol importante en ese desafío. Por eso, mi primera pregunta sería la siguiente: ¿Cuál es el rol que tienen las empresas en la sociedad hoy y, en todo caso, cómo deberíamos encauzarlo desde tu punto de vista?

 

- Donella Meadows.- Gracias a ti Juan por acercarte. Como sabrás, mi preocupación por estos temas viene del trabajo que hice para las Naciones Unidas sobre el impacto que tiene el ser humano sobre el entorno que le rodea. Era un estudio que se inició, en su momento, como un simple intento de proyectar un escenario futuro. Sin embargo, los contundentes resultados que arrojó me convencieron de que era un escenario que venía rápido, sin demora. Y te estoy hablando de principios de la década de los años setenta. Los números mostraban ya entonces, una hoja de ruta que, de no cambiar de rumbo, nos llevaría a nuestra propia destrucción. No en un futuro lejano, sino en el plazo de apenas algunas generaciones. Por suerte, el mundo tomó consciencia y comenzó a tomar acciones en las que un rol fundamental le corresponde a las empresas.

Hoy, como bien decías, el mundo aún debe digerir la experiencia de la pandemia y, ahora, tristemente, reaprender las reglas de convivencia internacional. Por eso, la importancia de las organizaciones como el escalón quizás más pequeño que tiene una sociedad para organizarse y avanzar en su vida productiva. Después de años -sino siglos- de hacer negocios y generar riqueza en base a explotar o procesar el capital natural que nos ofrece nuestro mundo, la secuencia acelerada de eventos naturales catastróficos sumada a los crecientes problemas de abastecimiento que vivimos en los últimos 50 años como sociedad global, nos hicieron ver que el modelo de consumo y producción quedó obsoleto. Es clave que la ecuación de factores sea otra.

Si nuestras sociedades quieren prosperar de forma sostenible en el tiempo, dependen de que encuentren una nueva forma de convivir con su entorno, no a expensas de él, en comunión con él. Como te imaginarás, esta idea, en mis primeros años era considerada demasiado disruptiva para ser entendida en su correcta dimensión. Lamentablemente en los últimos años ha demostrado tener mucha validez. En ese nuevo “modelo de negocio” en el que trabajan las organizaciones lo que tiene que cambiar es la ecuación de factores. Y ahí las personas somos la variable más importante, sin lugar a dudas.

 

- JP.- ¿Qué quiere decir eso en concreto?

 

- DM.- Es muy simple, quiere decir que si no ponemos a las personas y al planeta en el centro de lo que hagamos no tenemos futuro en el largo plazo. Para las organizaciones y empresas, significa no dejar de generar riqueza, sino de encontrar modelos de producción y consumo que tengan en consideración el impacto que generan en su entorno inmediato, en su comunidad, en su ecosistema, ya sea éste del ámbito privado o público. Es la base de todo para buscar un mayor bienestar. Si lo hacemos de otra forma y sin incluir en la ecuación el impacto que generamos con lo que hacemos como empresa, no solo nosotros no tendremos futuro, sino que por la dependencia que tenemos unos de otros, tampoco el resto. En definitiva, la sociedad no podrá prosperar y nuestras empresas fracasarán.̶

 

- Juan Parodi.- Entonces, ¿qué cosas necesitaríamos y cómo podríamos separar ese modelo de crecimiento con la explotación y utilización de recursos?

 

- Donella Meadows.- Antes que nada y como sugiero en mi libro – The Limits of Growth- debemos entender que somos parte de un todo mayor. Nuestra vida, nuestras acciones, como la de todos los seres de este mundo, se desarrolla en el marco de un sistema que está relacionado entre sí. Como personas, como grupo humanos, como organización, como sociedad somos parte de un entorno cuyas partes dependen unas de otras. Es desde ese concepto desde donde tenemos que dimensionar lo que pensemos y lo que hagamos. Cada sistema existe dentro de un marco, dentro de un conjunto de límites. El sistema que rige sobre todos es nuestro planeta. No hay vida fuera de este conjunto. Al igual que todos, también nuestras organizaciones deben actuar dentro de este límite, que es el planeta. Sus fronteras son los recursos finitos que utilizan para producir y vender sus productos. Y es también aquí donde debemos ampliar nuestra mirada: porque no debemos considerar únicamente a los activos materiales o al capital sino también al talento: a las personas.

Los últimos tres años han hecho muy tangible -tanto en lo medioambiental como en lo humano- qué sucede si no lo tenemos presente. Desde esta dolorosa experiencia hoy, estamos ante la gran oportunidad de buscar un modelo que sí incluya ese impacto en nuestra cadena de valor. Este será, finalmente, el modelo que permitirá basar la forma de cómo hacemos negocios y aprovechamos todos nuestros activos de forma eficiente y sin agotarlos, esto es, de forma sostenible tanto por su impacto como en el tiempo.

 

- JP.- ¿Cómo podríamos desarrollar hábitos de consumo y de producción sostenibles?

 

- DM.- Lo principal es entender que como base necesitamos un cambio profundo en las empresas para transformar la forma en que producimos, usamos y desechamos. Necesitamos empresas que se alcen como agentes de cambio. Las herramientas y la tecnología que tenemos a disposición hoy, nos permiten repensar cualquier proceso productivo. En vuestros días, la economía circular es una de las grandes soluciones que se necesitan adoptar. Diseñar pensando desde la eco-eficiencia. Una primera parte de este concepto es entender que gracias a la evolución tecnológica estamos en la envidiable posición de aprovechar todos los elementos que componen el proceso productivo, reutilizando y reincorporando hasta los deshechos a la cadena de valor. Una segunda parte, no menos importante, es, como decíamos antes, poner en el centro de nuestro modelo a las personas. Y eso requiere principalmente de un liderazgo acorde, que no mida su éxito en base a un resultado puramente financiero, sino que se entienda como parte de un bien común. En pocas palabras, podemos convertirnos en organizaciones que posicionan el bienestar de las partes que la componen en el centro de su modelo de negocio. La buena noticia es que ya hay organizaciones que trabajan con esa mentalidad. Entre otros, las que se ordenan bajo el concepto de B-Corporations.

 

- JP.- ¿Qué podríamos hacer para generar cambios sistémicos y lograr que las organizaciones sean un motor de cambio?

 

- DM.- Como decía antes, debemos entender cómo las organizaciones formamos parte de un todo mayor. Se trata de integrar esa visión sistémica. Lo más sorprendente es que, en esta transformación de modelo, radica una de las oportunidades económicas más grandes de nuestros tiempos. Lo vemos hoy cada día entre las oportunidades multimillonarias que se presentan en todos los sectores de la economía, como el transporte, la alimentación, la agricultura y la industria en general. Un motor es la transformación tecnológica. El segundo, no menos potente, es uno que hasta ahora no se había percatado de su influencia, pero tras los últimos años ha tomado una relevancia que está obligando a todas las empresas a replantearse cómo hacen lo que hacen. Estoy hablando de nosotros como consumidores.

Como nunca antes, el lado de la demanda está exigiendo al lado de la oferta que se haga responsable del impacto que genera en todos sus aspectos: el productivo, en cuanto al uso de los recursos naturales como el social, en cuanto a qué genera en la comunidad de la que la empresa es parte; y, también en cuanto a la forma cómo gestiona lo que hace, cómo “gobierna” ese ámbito. Los consumidores no estamos dispuestos a tolerar malas prácticas, como abuso o corrupción, de parte de las organizaciones que nos abastecen de nuestros medios para vivir. Y quizás eso, para cerrar, es el mejor resumen: nunca debemos olvidarnos que los cambios solo pueden producirse en colaboración con las personas que constituyen los grupos y colectivos que hacen al ecosistema en su totalidad.

En el caso de las empresas, hablamos de compañeros de trabajo, miembros de la comunidad que integra; ONGs, que apoyan sus acciones; gobiernos, consumidores y proveedores, que le dan sentido a su cadena de valor. En esa acción sistémica nuestras empresas y organizaciones, son hoy un motor clave, como bien lo encuadras en tu pregunta. Pero el factor que impulsa ese motor, somos todos nosotros: las personas.

 

- JP.- Tenemos que entender que este desafío no depende de unos líderes iluminados, sino que es una responsabilidad que compartimos todos y que ya no podemos eludir o dejarlo a otros para que se hagan cargo.

 

- DM.- Exactamente. Te lo resumo parafraseando algo que dijo el ex presidente de EE.UU., Barack Obama. Si bien se refería exclusivamente al cambio climático, me parece que alude a todo lo que estuvimos hablando: “La nuestra es la primera generación de la humanidad que lo está siendo consciente (del cambio climático) y es la última que puede hacer algo al respecto para evitarlo”.

 

- JP.- Clarísimo. Muchas gracias Donella por regalarnos tu tiempo.

 

Aquí terminamos nuestro diálogo con quien fue pionera en alertarnos que nuestro paso por este mundo no puede quedar abierto al libre albedrío. Nos debemos hacer responsables como individuos y como grupos humanos.

 

Por Juan ParodiSocio y Director Global de Sostenibilidad e Impacto de OLIVIA.

 

 

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