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Nuestras organizaciones se enfrentan a múltiples retos originados por la explosión de los datos en nuestra vida cotidiana. Superar el reto requiere desarrollar una estrategia basada en cuatro pilares y una figura central: el ser humano.Las películas que la industria de Hollywood nos regala cada año suelen ser un buen reflejo de nuestros sueños pero también de nuestros miedos. La nueva película de la saga Misión Imposible es un buen ejemplo de ello. Para no arruinarle la sorpresa a quienes aún no la vieron, solo sea dicho aquí que esta nueva entrega de esta saga que inició su versión cinematográfica en 1996 contextualiza, analiza y escala la influencia que puede tener la IA en nuestras vidas. No en un futuro lejano, sino en nuestro presente. Con mucho menos fantasía de lo que nos podríamos imaginar, la película nos recuerda que ya vivimos en ese futuro. La pregunta que también nos ofrece es cuán preparados nos enfrentamos a él. Más allá de su línea narrativa o de la espectacularidad de las escenas protagonizadas por el incombustible Tom Cruise y su equipo, para mí, la película nos deja un buen resumen de qué pasa si la tecnología nos encuentra como nos encontraría hoy: descuidados.

            Nuestras organizaciones, nuestras compañías y empresas parecen hoy desamparadas ante el salto cuántico que el mundo de los datos y -por extensión- la evolución de la Inteligencia Artificial representa para ellas. Quien hoy conversa con colegas o lee las noticias, podría llegar a la conclusión de que todo pasa a ser una cuestión de datos o de las herramientas tecnológicas que la componen.

La cantidad de datos que generamos como organizaciones y como humanos, ya es casi incomprensible para nuestra nomenclatura humana. Cada vez más rápido, cada vez más información. Como organizaciones y como líderes, parecemos quedar cada vez más atrasados. Será por ello, que en un gran número de empresas, la respuesta a las novedades como ChatGPT o las exigencias que traen los modelos de trabajo virtuales se parecen a un juego de prueba y error. Si bien la dinámica es válida para todo proceso de innovación, no puede representar un marco que pueda servir de guía en un proceso de transformación tan profundo como nos lo propone el mundo de los datos. No todo vale, ni es una cuestión de velocidad.

            Mucho menos a la hora de recordar que nuestras organizaciones como grupos humanos dependen del compromiso de sus integrantes para alcanzar un objetivo común, como lo es nuestra supervivencia y en el mejor de los casos nuestro bienestar. Sin embargo, ello no ocurrirá en un entorno en el cual reinan la anarquía y el desorden o en el cual seguimos la falacia de que todo se reduce a incorporar cada vez más soluciones de datos o IA en los procesos de nuestra cadena de valor. Recordemos, vivimos en un mundo que gira hacia la especialización. Me lo recordaba hace unos días un amigo al decir: “Antes, llamabas al técnico para que te arregle tu equipo; hoy tienes que llamarlo a él o ella, pero antes al analista de Sistemas y al responsable de Ciberseguridad”.

Entender nuestro rol como humanos

Es clave que entendamos o, mejor dicho, sepamos definir, cuál es o debe ser el rol del humano en un mundo en el cual la tecnología toma actividades que antes eran una prerrogativa del propio ser humano; un mundo cada vez más dependiente y guiado por el dato. Es clave que sepamos definir un marco que marque los límites de aquello que podemos hacer con la ayuda de los datos y qué no. Y es clave, que lo sepamos hacer como líderes organizacionales.

            Es que, ante la transformación que nos propone el mundo de los datos, como líderes organizacionales, estamos obligados a saber armar un marco de reglas, costumbres y rutinas - una cultura - en la cual como seres humanos podemos aprovechar nuestras mejores “herramientas” al mismo tiempo que desarrollamos de manera creciente la eficiencia que nos ofrece el dato. Se trata entonces de generar una cultura que compagine aquello que nos hace humanos – nuestra empatía, sensibilidad, emoción – con las fortalezas que nos permite generar el dato.

El primer paso es reconocer que el modelo de cultura organizacional que nos trajo hasta aquí, ya no sirve. Como en toda transformación, antes que nada, debemos aceptar que lo antiguo ya no funciona y soltarlo.

El segundo paso, pasa por entender las dimensiones, que definen qué podemos hacer con el dato y qué no. Son estos:

  • - La calidad de información que nos ofrece un dato.
  • - La magnitud en la cual generamos ese dato.
  • - La velocidad con la cual deberíamos poder trabajar ese dato.
  • - La sofisticación con la cual debemos saber interpretar el dato.

Lograr tener una clara visión sobre estas cuatro dimensiones, nos permitirá generar una base de conocimiento sobre cómo es el universo de los datos que genera nuestra organización. Sobre ella podremos, luego, definir cómo podemos y debemos intervenir en cada una de ellas y potenciar los procesos que permiten con nuestras “herramientas” de humanos.

Porque el diferencial estará siempre en ese factor humano. El reto está en poder generarle a este “factor” el marco propicio para que genere la diferencia en el mundo de los datos y por extensión también en el de la IA. Solo así podremos acercar a nuestra organización aquello que denominamos como “Transformation Analytics”. Lograrlo nos permitirá crear aquella cultura organizacional que nos exige un futuro dependiente de los datos y de la información pero siempre definido por el humano.

En nuestra próxima columna los invito a pensar sobre cómo introducir en ese camino las variables que diferenciarán a nuestra organización de cara a la competencia: la visión estratégica y el propósito. Hasta entonces!!

 Por Alejandro Goldstein socio de Olivia.

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