NOTA
Es una fría mañana aquí en las afueras sabaneras de Bogotá. La ruana es la mejor compañera para estos días de heladas madrugadas y refrescantes lloviznas. Mientras escribo, una dulce voz suena varias casas al lado: “mami, ¿me pasas el balón?” Eso me hace pensar de inmediato: ¿qué día es hoy? ¿qué hora es? la voz de alguien que reconozco, un vecino empresario de otra casa cercana resuena indicando a su perro: “tráelo, tráelo…” y entonces confirmo para mis adentros: “esto es otro mundo”…
¡Amanecí positivo!, ¡entusiasmado! Bueno, no era para menos pues, el sábado a la madrugada, un temblor por Santander nos dejó sin agua a toda la zona donde vivo. Sí, en cuarentena y sin agua… pero esta mañana de martes ya podía verla correr de nuevo en los tubos de mi casa. ¡Todo volvía a la normalidad!… ¿a cuál normalidad? Y… ¿Qué es la normalidad?
Nosotros los rolos -así nos dicen a los bogotanos tradicionales- no solemos ir al café de la mañana, sino directo al chocolatico caliente de la mañana; y mientras tomaba mi chocolate de la mañana, leyendo el diario me encontré con un disparador para esta nota que ya llevaba días pensando en cómo escribir. Había pensado en escribir cosas que pienso y siento, pero que quizá si las decía yo, no tendrían la trascendencia que pudiera tener si alguien más público las dijera y ¡aquí había una! ¡otra alegría más para la fría mañana!: el diario replicaba unas palabras de Valdano, el exfutbolista y técnico argentino que había escrito: “el fútbol se creyó importante hasta que el coronavirus le contó la verdad” y también comentaba cómo los aplausos ya no están en los estadios, sino en los balcones y son para otros protagonistas… y aquí, entonces, me paro en hombros de Valdano y declaro mis palabras: No sólo el fútbol, sino muchos otros escenarios de la aparente vida normal, que parecían reyes de esa vida cotidiana apenas hace un par de semanas, ante nuestros ojos y sin resistencia, se van desmoronando.
Fíjense ustedes, queridos amigos, que al menos por un tiempo, analizamos con cuidado lo que realmente necesitamos y sólo eso compramos; de repente, hablar con otros y saludarlos nos empieza a hacer falta; de repente, son otros los roles de la sociedad los que empiezan a ser referentes: ya no es James ni Falcao; tampoco Juanes ni Shakira; son Rosa, Pedro… como sea que se llamen los que se están exponiendo tratando de salvar vidas en los hospitales del mundo; de repente, los gobiernos y los bancos están poniendo a disposición medidas que ni siquiera estaban planeadas, ni mucho menos pensadas; medidas que nunca hubieran propuesto, y que serían una total locura en otras circunstancias. De repente, Bill Gates ha dejado su silla vacía en los directorios de Microsoft y otras empresas, incluyendo la de Warren Buffet, su gran amigo, para dedicar su tiempo entero a lo que él considera que vale la pena dedicar su tiempo y capacidad en este momento.
Sí… de repente, las prioridades parecen ser otras. De hecho y de repente, siento la necesidad de quedarme en la casa, no sólo para cuidarme del virus, sino porque a toda velocidad, se reporta desde diversos lugares cómo la naturaleza parece recuperarse de modo tan interesante, que prefiero no interrumpirla…
Pienso, que si las cosas no estuvieran como lo están ahora, no habría podido ver en la mañana de un martes -creo, porque ya los días tampoco son tan diferentes- a una niña con su madre trabajadora alcanzándole la pelota, ni al gran empresario jugar con su mascota mientras está al teléfono… Y esto, al menos en América, apenas comienza…
Donde yo trabajo amigos, en OLIVIA, nos dedicamos a la transformación. A ayudar a las empresas a realizar sus propósitos de transformación, pues creemos que si ayudamos en la transformación positiva de cada empresa, también lo hacemos con el mundo. También creemos en OLIVIA que las transformaciones, en general, se dan por visión o por crisis. Es decir, se dan porque desde el interno existe un impulso y una fuerza de transformación (que puedo en buena parte controlar) o porque ese impulso viene con fuerza desde el exterior y con esa misma fuerza nos pone de plano en una crisis (que ya no puedo controlar como quisiera). Pienso que esta última fuerza es la que claramente está actuando sobre nosotros y sobre muchísimas organizaciones en este momento y por eso, también es claro que necesitamos actuar. Sin embargo, tal vez esta crisis, al ponernos en cuarentena, en una forma diferente de trabajo, también necesariamente -al menos un poco- más lenta, también nos de la oportunidad de ponernos en situación de visionarios. ¿No creen?
Por eso a ustedes amigos empresarios me dirijo en este instante. A todos los que tenemos puestos de manejo y control en las organizaciones. A todos ustedes líderes por naturaleza y también por naturaleza, líderes y agentes de cambio:
… allá, afuera y sin la mayoría de nosotros los humanos en el escenario, están sucediendo cosas. Cosas que se están reorganizando y se están transformando y de las cuales ¡no podemos ser ajenos! No podemos, porque nos están hablando directamente. A los que dirigimos, a los que lideramos. No podemos desaprovechar este RESET.
Sí. Todos hemos sufrido alguna vez en nuestra oficina un RESET. Esto que sucede cuando el PC se reinicia sin razón alguna y nos deja el trabajo por el camino y claro, normalmente, también algo de trabajo se pierde… pero también, cuando “vuelve en sí” empieza a abrir todas las aplicaciones y documentos que teníamos abiertos antes del RESET y entonces empezamos a decir: ¿todo esto estaba abierto? ¡Huy! ¿Incluso esto que no usaba desde hace semanas? Y cierro y cierro cosas que simplemente… no estaba usando. Que ya no eran útiles para mi trabajo pero que ahí estaban ocupando espacio y recursos del sistema. Sólo lo vi gracias al RESET.
Amigos empresarios: esto es UN RESET. ¡Todo una oportunidad!
Una oportunidad para discernir sobre todas esas cosas que tan útilmente estamos aportando a la sociedad y el mundo. Esas iniciativas que son maravillosas para el objeto transformacional de la sociedad. Bienes y servicios que son útiles al fin último de la sociedad y que no puede ser otro diferente al de contribuir a alcanzar la realización y felicidad de las personas y de la misma sociedad. ¡Esas cosas que vale la pena rescatar! Pero también es toda una oportunidad para discernir sobre si existiera cosas que ya no vale la pena rescatar, que ya no van a ajustar con ese nuevo mundo que probablemente nos espera, que ya no tienen soporte ni lugar en la transformación que por crisis se está dando… pero que por visión debería darse de manera contundente, no sólo naturalmente sino valientemente.
Muchos de los que ahora ocupamos posiciones de liderazgo, desde años atrás somos pujantes emprendedores y nos estamos encontrando con una nueva generación de personas que, además, les encanta el cambio, la disrupción, la transformación y que naturalmente suelen ser resistentes a todo lo que suene a establecimiento. Pues bien, ¡todo eso hay que aprovecharlo en una misma visión y ser valientes para decidir lo que vale la pena rescatar y lo que vale la pena dejar caer en el RESET! Porque lo que está en juego, que no es un juego, nos invita a ser honestos y coherentes con este presente.
Amigos: no sólo el fútbol será remodelado. No sólo el turismo y la aviación comercial. No sólo la forma de trabajar y producir bienes y servicios será al menos retocada. También lo que esencialmente somos: seres humanos vivos parte de un todo, con capacidad de decidir sobre casi todo lo demás. ¿Qué vamos entonces a decidir?
Su amigo, Cheo.
Por Eliseo Mojica, socio OLIVIA Colombia