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En un mundo que parece estar desmoronándose bajo la presión de eventos inesperados, conflictos globales, y un ritmo de vida que nunca se detiene, esta simple pregunta adquiere una profundidad que va más allá de la cortesía. El ¿Cómo estás? puede ser una puerta a la autenticidad en un entorno que nos exige respuestas rápidas, decisiones inmediatas y una productividad constante que nos deja poco espacio para el descanso o la reflexión. 

Vivimos en tiempos complejos. A nivel global, se siente una tensión palpable. Los conflictos no están confinados a fronteras, y el descontento atraviesa continentes. En Argentina, el segundo semestre se presenta especialmente desafiante, con una economía volátil y una incertidumbre que pesa en las decisiones diarias. Sin embargo, esta sensación de desesperanza no es exclusiva de nuestro país; es una realidad compartida.  

Nos enfrentamos a la necesidad de elegir el tipo de caos con el que estamos dispuestos a convivir: la inflación, la violencia, la intolerancia, el terrorismo. En este contexto, el ritmo de vida se aceleró tanto que el tiempo parece escapar de nuestras manos. La hiperproductividad se convirtió en un mal de este tiempo, en una adicción, donde cualquier pausa genera culpa. Incluso los momentos de ocio, necesarios para recargar nuestras energías, son vistos con recelo, como si fueran tiempo perdido. 

En las organizaciones, esta dinámica también está presente. Me ha pasado escuchar a líderes de empresas compartir cómo, en medio de su jornada, se sienten obligados a justificar cualquier momento de tranquilidad, como si fuese un pecado no estar ocupado. Nos volvimos incapaces de permitirnos espacios de “nada”, de simplemente estar “tranqui”. Y esta incapacidad está pasando factura. 

Este escenario se conecta con el concepto de BANI, un marco que propone una nueva manera de entender el mundo actual: frágil (brittle), ansioso (anxious), no lineal (nonlinear) e incomprensible (incomprehensible). En este entorno, la distracción se convierte en un enemigo y la capacidad de enfocar nuestra atención es más importante que nunca. El Institute for the Future sugiere que, en un contexto como el actual, la atención enfocada y la capacidad de hacer una pausa para reflexionar son esenciales. Sin embargo, estamos inmersos en la inercia de la productividad, y detenernos a pensar se siente casi como una transgresión. 

En mi trabajo con equipos de liderazgo, este tema emerge con frecuencia. Muchos reconocen que estamos dejando de lado la gestión emocional básica, tanto la propia como la de los demás. Preguntas simples, como “¿Cómo estás?”, deberían ser el punto de partida para construir relaciones más auténticas y colaborativas. Pero no me refiero a esa pregunta superficial que espera un “bien” como respuesta automática. Hablo de un “¿Cómo estás?” que busca realmente entender el estado del otro, que está dispuesto a invertir tiempo en escuchar y comprender. Porque, al final, si no sabemos cómo estamos nosotros mismos ni cómo están los demás, ¿cómo podemos construir algo juntos? 

En estos tiempos difíciles, permitámonos parar, respirar y hacer una pausa genuina para preguntar y preguntarnos: “¿Cómo estoy?”. Solo así podremos navegar con más claridad en un mundo BANI que demanda más atención y menos prisa. Después de todo, el descanso, el ocio y la reflexión no son un lujo, sino insumos esenciales para poder seguir adelante. 

 

Por Paula de Caro, socia directora de Olivia.

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