Carmen

La luz del sol tarda ocho minutos en llegar a la tierra, por lo que al mirarla estamos de alguna forma mirando hacia el pasado. Cuando intentamos hacer predicciones e incrementar la sensación de control sobre lo que nos rodea, tendemos a mirar hacia el ayer para explicar el hoy y modelar el mañana. El problema con esta forma lineal de analizar los eventos es que deja fuera a la complejidad y, de esta forma, una cantidad desconocida de variables
interrelacionadas, que nos permiten afirmar que el futuro no es una reproducción del pasado.
Un buen ejemplo es el que vive el mundo desde principios de 2020. En el Reporte de riesgos Globales 2020 del Foro Económico Mundial presentado en Davos en enero pasado, el riesgo por su impacto de enfermedades infecciosas se encontraba en el número 10 del ranking, muy por detrás del riesgo de liberación de algún tipo de arma de destrucción masiva que se encontraba en el puesto número 2. Para entonces, China ya había reportado una primera ola de infección de una neumonía “muy contagiosa”, confirmando que se trataba de un nuevo coronavirus originado en la ciudad de Wuhan. Con más de 11 millones de habitantes es no solo la capital de la provincia de Hubei, sino una de las metrópolis más interconectadas del país asiático, con acceso a otras ciudades del mundo desde el aeropuerto Internacional de Wuhan Tianhe.

Tres enfoques para pensar diferente En el libro Antifrágil, las cosas que se benefician del desorden, el autor Nassim Taleb afirma que hablar de sistemas complejos equivale a hablar de información. A nuestro alrededor, hay muchas más fuentes de información de las que podemos ver. Este flujo descontrolado nubla nuestra visión y reduce nuestra capacidad de identificar causas únicas a los fenómenos que nos afectan.
Por ejemplo, hubiera sido imposible de imaginar para los accionistas de AirBnb que un negocio sólido con perspectiva de crecimiento y a punto de cotizar en bolsa tambalearía en cuestión de tres meses junto con buena parte de la infraestructura de turismo, aviación y restauración del mundo. Sin embargo, la comunidad científica estuvo alertando por años sobre un escenario como este e incluso películas como “Contagio” (2011) protagonizada por Matt Damon y Gwyneth Paltrow anticipaban una postal muy parecida a 2020.
Para entender los contextos complejos y aprender a operar en ellos, es necesario aprender a pensar diferente sobre los problemas y las probabilidades, abandonando el esquema analítico causa-efecto. Para ello, hay al menos tres enfoques que pueden ayudar:

Deconstruir la complejidad: Albert Einstein solía decir que no podemos resolver problemas con el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos. Esto es válido tanto para problemas existentes como para problemas que pueden existir en el futuro. Einstein solía deconstruir los problemas complejos en partes. A medida que resolvía los problemas más pequeños, se iban revelando las interacciones y soluciones del problema más grande. Para aplicar el método a nuestra realidad, un buen ejercicio parte de imaginar qué “estresores” en forma de situaciones, harían que un sistema (empresa, relación, sociedad etc.) se rompa o colapse. Luego, se analizarían las variables que lo construyen para diseñar acciones de mitigación, protección e, incluso, aprovechamiento para escenarios creados a partir de ellas.

Aprender de la naturaleza: En Antifrágil, Taleb reflexiona sobre la redundancia como propiedad fundamental de la gestión de riesgos de los sistemas naturales. El también autor del Cisne Negro, establece así que preparar varios posibles planes de acción para resolver las posibles variaciones de un problema futuro contribuye a incrementar la capacidad de previsión y los niveles de preparación para cuando se presenten.

Reconocer el sesgo de disponibilidad: Si, en noviembre de 2019, le hubiéramos preguntado a cualquier persona (en Europa, América Latina o Estados Unidos) sobre el riesgo inminente de una pandemia mundial, la respuesta más común -seguramente- hubiese sido: “improbable”. Entonces, se debe recordar que hacemos juicios acerca de la probabilidad de un evento futuro basados en la facilidad con la cual nos viene a la mente una instancia que lo represente.
Si algo nos enseña la realidad que atraviesa el mundo hoy es que hay que aprender a pensar en probabilidades a partir de los datos disponibles que muchas veces pasamos por alto. Siempre, entendiendo que las cosas mañana pueden er muy diferentes a como las conocemos. Es casi una ilusión determinar cuál de los riesgos que nos preocupan hoy nos afectará primero: puede que tengamos una tormenta perfecta, que requerirá hacer frente a varios de ellos a la vez.
Para el mundo de las organizaciones, esto las obliga a encarar la administración de riesgos como instrumento de desarrollo, establecer la experimentación como proceso y generar una cultura que abrace el cambio y la incertidumbre. Como alguna vez dijo Carl Sagan "La imaginación frecuentemente nos llevará a mundos que jamás fueron. Pero, sin ella, no iremos a ningún lado".

 

Carmen Buinizkiy, consultora de Olivia.

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