A lo largo de la historia, las fuerzas que modelan nuestro destino fueron como las palancas que impulsan a la sociedad, según la célebre frase de Arquímedes “dadme un punto de apoyo y moveré al mundo”. Vivimos en constante cambio, y las organizaciones no son una excepción.
Para mantenerse competitivas, necesitan adaptarse a las nuevas realidades. En este contexto, y para desarrollar estrategias exitosas, es clave entender estas cuatro macrofuerzas que marcarán nuestra vida en las próximas décadas: la tecnología, la geopolítica, el contrato social y la sostenibilidad.
Siempre marcó un cambio en nuestra evolución como especie, desde la invención de la rueda hasta la llegada de la era digital. Sin embargo, en las últimas décadas su impacto se volvió transformador, especialmente con la llegada de Internet. Esta red de redes posibilitó un intercambio de conocimiento, así como el desarrollo y la entrega de productos y servicios a una escala ampliada.
El futuro de la tecnología se vislumbra a través del lente del HyperCycle, una herramienta que visualiza el ciclo de vida de la innovación y su impacto en nuestras vidas. Con todo, se pueden ver tres pares de tecnologías emergentes y disruptivas que dan que hablar: blockchain y NFT, inteligencia artificial y ciencia de datos, y metaverso y realidad aumentada. Estas innovaciones tienen el potencial de transformar exponencialmente nuestra forma de interactuar, trabajar y vivir.
En la era moderna, la interdependencia global llevó el juego de poder a nuevas fases. Desde las tensiones regionales hasta los conflictos a escala mundial, la inestabilidad geopolítica se extiende por todo el planeta.
Desde las redes sociales hasta Internet de las Cosas, hoy nuestra vida parece moverse al ritmo que marcan los algoritmos de las grandes plataformas digitales. La conectividad exacerba esta interdependencia, haciendo que los eventos geopolíticos se viralicen rápidamente y repercutan en los mercados financieros y la opinión pública. Como ocurrió con la toma del Capitolio, en enero de 2021: los videos de hordas ingresando por la fuerza al símbolo de la democracia occidental dieron la vuelta al mundo y la imagen asustó a los inversores en los mercados financieros globales, que reaccionaron generando una caída en picada del valor de las empresas.
En la era de la información, crece la presión por la responsabilidad cívica. La digitalización empoderó a la sociedad para exigir rendición de cuentas a sus líderes y organizaciones, desde campañas globales hasta denuncias de whistleblowers, como Frances Haugen (2021), que difundió las agresivas técnicas de Facebook (hoy, Meta) para aumentar su audiencia.
Con todo, el contrato social tradicional atraviesa una gran transformación, impulsada por la demanda de transparencia y participación inclusiva. Esta situación redefine la relación entre gobiernos, empresas y ciudadanía, y exige una mayor apertura y responsabilidad en todos los jugadores. Encontrar la fórmula para armar un nuevo modelo llevará tiempo. Pero, más que nada, requerirá cada vez más instancias de transparencia e información.
Todos los actores sociales, desde gobiernos, representaciones civiles, pero también empresas y consumidores, estamos obligados a cuestionarnos nuestro modelo productivo y social para evitar seguir consumiendo los recursos del planeta. La sostenibilidad se tornó en una preocupación urgente en un mundo amenazado por el cambio climático y la degradación ambiental. Desde eventos extremos hasta la pérdida de biodiversidad, los signos de crisis son evidentes, y la necesidad de un cambio transformador es apremiante.
Las organizaciones están siendo desafiadas a reconsiderar su modelo de negocio y adoptar prácticas más sostenibles. El futuro exige un enfoque que equilibre el crecimiento económico con la preservación del medio ambiente.
Si algo nos enseñaron los últimos tiempos es que la próxima crisis ya se está gestando. La experiencia enseña que la espera es la peor de las respuestas. Un primer paso para entrar en acción y prepararnos es identificar y entender estas macrofuerzas que condicionarán nuestro futuro cercano. Allí está el desafío del futuro. Las empresas que se adapten a estos cambios y aprovechen las oportunidades estarán mejor posicionadas. La transformación cultural será clave para que las organizaciones puedan desarrollar el mindset y las habilidades necesarias para navegar en este entorno complejo y dinámico. Más que nunca, se necesitará una mentalidad ágil y orientada al cambio.
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Por Ezequiel Kieczkier, socio fundador de OLIVIA, y Gabriel Weinstein, socio director de OLIVIA.