El escritor Víctor Hugo dijo una vez que no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo. Muchas de ellas esperan siglos, como esa que planteaba que la tierra gira alrededor del sol y que postuló Nicolás Copérnico unos 700 años después de que la planteara por primera vez el astrónomo griego Aristaco de Samos.
Así como el heliocentrismo -que fue comprobado con un telescopio por Galileo Galilei- hay ideas tan poderosas que una vez que son aceptadas, cambian todo el entendimiento y las acciones asociadas a ellas.
Hoy estamos ante un momento similar. Lo que sabemos está permanentemente cuestionado por la ciencia y por la experiencia.
La década 2020-2030 inicia con una serie de ideas sustentadas por la complejidad que están produciendo cambios significativos en el imaginario colectivo con el potencial de modificar nuestros estilos de vida, las cosas que valoramos y la forma en que nos relacionamos.
La igualdad de género, la necesidad de innovación para la sustentabilidad de las industrias, la urgencia de acceso a energía confiable y sostenible, el calentamiento global como una realidad, la existencia de una crisis generalizada de liderazgo y la tecnología como elemento de transición en el mundo del trabajo, en poco tiempo se han vuelto tendencias que están estimulando profundas transformaciones culturales.
Todas las industrias ahora mismo enfrentan el desafío de transformarse rápidamente sin mucha claridad sobre cómo responder de manera oportuna y efectiva a un entorno cada vez más desafiante en términos ambientales, tecnológicos, sociales y geopolíticos. A muchas de ellas les cuesta entender que pronto se verá muy mal consumir o producir a partir de combustibles fósiles o que antes de que termine esta década será inaceptable que haya un porcentaje inferior a 50% en la cantidad de mujeres que participan de una mesa de decisión.
El informe de riesgos globales 2020 presentado durante la reunión anual del Foro Económico Mundial clasificó el clima extremo como el riesgo con más probabilidad de materializarse, afectando la capacidad económica y productiva de los países. Así mismo, el riesgo de implementar acciones fallidas para contener el cambio climático es tan preocupante que en el raking de riesgos clasificados por su impacto se sitúa por encima de la posibilidad del uso de armas de destrucción masiva.
Por otra parte, la pérdida y la transformación de empleos como consecuencia de la velocidad de la automatización y el avance tecnológico, abre paso a que la gente sienta terror de perder el trabajo, preocupación porque sus hijos no tendrán el futuro garantizado incluso si van a la universidad y frustración porque las competencias que han tardado años en desarrollar están pasando a ser insuficientes frente a otras que hasta ahora no eran tan valoradas en el entorno laboral.
Ante un contexto definido por estos indicadores, se hace necesario un cambio de óptica en la forma en la que abordamos las situaciones y tomamos decisiones. Una buena práctica es pasar de la gestión del “justo a tiempo” a la gestión del “por si acaso”. Al respecto, la empresaria británica Margaret Hefferman en una de sus conferencias TED llamada Las Habilidades Humanas que necesitamos en un mundo impredicible reflexionaba “la experiencia no siempre será suficiente porque hay patrones, pero no se repiten de manera regular, por eso hay que prepararse para eventos que en general son ciertos pero que específicamente siguen siendo ambiguos como las epidemias: sabemos que habrá más de ellas en el futuro, pero no sabemos cómo, ni donde, ni qué. Por eso no podemos planificar, pero si podemos estar preparados”.
Por su parte, el experto en volatilidad Nassim Taleb en su libro Antifrágil sugiere que hay cosas que se benefician de la crisis; que prosperan al verse expuestas al desorden y a los estresores y que la naturaleza es un ejemplo de ello por ser redundante en maneras de protegerse a sí misma. Es por eso que estar preparados pasa por desarrollar múltiples abordajes de solución para un posible problema, incluso para aquellos que lucen inverosímiles hoy solo “por si acaso”. Esto requiere estimular la experimentación, la curiosidad, la apertura al error y aprender a convivir con la incertidumbre.
Quizá la idea a la que por fin le ha llegado su tiempo es que son las habilidades no técnicas como la flexibilidad, la empatía, la creatividad, el sentido del humor, la conciencia de uno mismo y del otro, la solidaridad, el agradecimiento, y el poder de otorgarle un significado profundo y movilizador a lo que hacemos lo que nos ayudará a salir adelante en las condiciones más difíciles, como la flor que se abre paso en el asfalto y aparece en el medio del camino y aunque es improbable, al final prevalece contra todo pronóstico.
Carmen Militza Buinizkiy
Gerente de Transformación Cultural de Olivia