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Para capitalizar la cantidad de oportunidades creciente y aprovechar el poder de la innovación, este sector necesita avanzar sobre una transformación cultural honesta y estructural.

La industria energética se encuentra en un punto de inflexión. La cantidad de oportunidades que presenta el mercado, incluyendo la incorporación de energías alternativas, cambios en los modelos de consumo y capacidad de personalización de servicios en base al análisis de datos, es inédita. 

Al acceder a ese caudal de oportunidades aparece un desafío: apostar por la innovación en lugar de abrazar los mecanismos tradicionales y desplegar valores que comulguen con las nuevas generaciones para acercar el talento joven a la industria.

Esto último no es un problema menor: la Generación Z (los nacidos entre 1995 y 2009) se convertirá en el grupo demográfico más numeroso en el lugar de trabajo para finales de esta década y serán quienes mayoritariamente ocuparán posiciones de liderazgo. Las organizaciones que no sean capaces de adaptarse a sus demandas y aspiraciones tendrán serias dificultades para cubrir sus necesidades de talento.

Vientos de cambio

Los vientos de cambio soplan a toda velocidad. Según datos de la IAE (International Energy Agency), si los gobiernos cumplieran sus compromisos vinculados al calentamiento global, la demanda de petróleo y gas podría disminuir hasta 45% respecto de su nivel actual para 2050. Si avanzan los proyectos de emisiones cero, la caída para ese momento podría ser superior al 75%. Aún así, los líderes de muchas empresas se aferran al éxito presente sin mensurar cuánto más grande es el resultado posible (ni, por supuesto, los riesgos de mantenerse estables). 

Lo hemos visto infinidad de veces y en múltiples industrias. Un caso notable fue el de las telecomunicaciones que abandonó el segmento de mensajes de texto cuando ya no tenía más remedio, a pesar de que la tecnología para dar servicios como el de las aplicaciones de mensajería instantánea (IM) estaba disponible desde hacía mucho tiempo. 

¿Está condenada la industria del petróleo, el gas y la energía a mantenerse adecuada hasta volverse obsoleta? Por supuesto que no. Pero para no repetir errores (propios del sector y aprendidos de otros mercados) e iniciar un trabajo anti-age verdadero, se requiere de un cambio de mindset que empiece, precisamente, con la estrategia del trapecista: la capacidad de soltar eso que lo mantiene seguro para luego sujetar algo nuevo, algo que lo va a llevar a un nuevo lugar, aunque eso implique en medio estar -literalmente- en el aire.

Hacia una transformación cultural

La transformación digital es muy importante, pero es apenas una de las caras del cambio. De nada sirve incorporar las últimas tecnologías si los líderes y los colaboradores seguirán pensando de la misma manera y haciendo las mismas cosas. Incluso una digitalización completa podría no generar ningún resultado positivo si no tiene asociado un cambio de cabeza. Traigo a la memoria un ejemplo de la “prehistoria” informática, pero que no puede ser más gráfico: en una empresa se empezó a hacer la contabilidad con planillas de cálculo. La responsable del área, antes de dar su firma aprobatoria, hacía las sumas de todas las columnas con una máquina de calcular y le adosaba la tira de papel con el resultado con una abrochadora a la planilla impresa. La incorporación de la tecnología, por sí sola, puede convertirse en un desperdicio.

Otro pilar, por lo tanto, es la transformación cultural: un trabajo que toma tiempo, porque impacta sobre las personas y porque no puede realizarse por imposición, sino por convicción. Esta es una de las razones por las cuales resulta vital contar con el acompañamiento de un socio especializado, que sirva como guía, que identifique tempranamente los obstáculos y las vías para sortearlos y que ayude a separar la paja del trigo: rescatar lo que sirve, propiciar cambios en lo que necesita modernizarse. El socio especializado en transformación cultural también juega un rol clave a la hora de que las organizaciones comprendan los beneficios de las inversiones en tecnología, desarrollen un plan de capacitación y enfrenten la resistencia al cambio.

Esta transformación debe abarcar a toda la organización y descender desde la más alta dirección: todos los integrantes deben tener la certeza de que están aportando su granito de arena para que las cosas realmente sucedan y los cambios sean posibles. Esta es la base del programa anti-age, la que permite a las empresas del sector energético modernizarse, pensar diferente el negocio, generar disrupciones verdaderas y avanzar de manera decidida, con un rostro joven, hacia un futuro repleto de oportunidades.

Para decirlo en términos sencillos: la industria sigue siendo rentable, pero juega una carrera contra el tiempo.


 

Por Jorge Gatto, socio & COO Global de OLIVIA

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