Soy un fanático del deporte, pero lo mío con el fútbol sobrepasa algunos límites. No soy de ningún equipo en particular, sino del fútbol en sí mismo. Lo he practicado desde que era un niño y soy de aquellas personas que dicen que “la vida es lo que ocurre entre Mundial y Mundial”. Desde Italia 1990 hasta Rusia 2018, he vivido cada copa del mundo con pasión. Sin embargo, algo muy distinto me ocurre al pensar en Qatar 2022.
Hemos leído y escuchado numerosas noticias respecto a Joseph Blatter (quien en 2010 anunciaba a Qatar como organizadora del mundial 2022) y la corrupción en la FIFA. Sin embargo, más allá de ello, deberíamos cuestionarnos el rol que tiene una organización del calibre de la FIFA en nuestros días. ¿Qué principios transmite una organización que supera a la ONU en países afiliados? ¿Qué inspiración genera entre los más jóvenes?
Del 20 de noviembre al 18 de diciembre, la atención de gran parte del planeta estará puesta en Qatar, una monarquía absoluta que es gobernada desde mediados del siglo XIX por la familia Al Thani. Se trata de un país acusado de apoyar y financiar el terrorismo; de fomentar la explotación laboral; de violar sistemáticamente los Derechos Humanos; Datos recopilados por la ONG Amnistía Internacional in situ, confirman las sospechas.
Solo algunos gestos tibios
Qatar cuenta hoy con 1,7 millones de trabajadores migrantes. El 90% de ellos trabajan en el sector de la construcción. Para poder trabajar, los migrantes pagan a las agencias de contratación en sus países de origen -Nepal, Bangladesh o la India- entre 500€ y 4.300€. El salario mensual medio que le prometen estas agencias a los contratistas puede alcanzar 300€. Sin embargo, al llegar a destino, el efectivo que reciben los trabajadores no supera en muchos casos los 190€, además de llegar la paga con meses de retraso, según los datos recopilados por Amnistía Internacional (a quienes duden de la calidad del trabajo de esta ONG, les recuerdo la experiencia del Mundial de Argentina 1978 y sus secuelas).
Recordemos que la FIFA agrupa las asociaciones de fútbol de 211 naciones. A pesar de que algunas de ellas han manifestado su preocupación con relación a lo que sucede en el país anfitrión -entre ellas Alemania, Noruega o Bélgica- ninguna parece animarse a tomar una postura contundente al respecto. Una excepción bienvenida es la selección de Dinamarca, que, en un gesto valiente, anunció que no utilizará los logos de sus patrocinadores en la indumentaria deportiva que vestirán sus jugadores durante el torneo. Estos lucirán, en cambio, mensajes a favor de los Derechos Humanos. También se han sumado futbolistas y exfutbolistas de renombre, como Tony Kroos, Éric Cantona y Philipp Lahm, que acompañan estos mensajes con acciones individuales. Algunos ya han renunciado a viajar a Qatar y otros ni si quiera acudirán para ver los partidos de sus selecciones para los que fueron invitados.
El propósito de las empresas
En el mundo occidental, la gran mayoría de nosotros y sobre todo las nuevas generaciones somos conscientes de que debemos cuidar el medio ambiente, fomentar la diversidad y velar por la inclusión entre muchas otras iniciativas. Estos pensamientos y acciones son también elementos que abanderan las marcas para llegar a su público, clientes y consumidores.
Es en este punto donde podemos encontrar dos perfiles de organizaciones: aquellas compañías que están comprometidas con estas causas y actúan en consecuencia y aquellas que dicen estar comprometidas, pero sus acciones evidencian lo contrario. Si una compañía vende un determinado producto y, al mismo tiempo, lo hace cuidando el planeta, probablemente una gran parte del público se vea más atraído por su oferta que por otra de similares características, pero que no tiene igual consideración por el medio ambiente.
Cuando el propósito es únicamente el resultado económico, la imagen que la empresa ha creado de si misma corre riesgo reputacional. Porque cuando un propósito es enunciado con la intención de manipular al público y no desde la convicción y la profunda creencia, no es sostenible en el tiempo. El resultado: la marca se tambalea dejando su reputación hecha añicos.
Eso es también lo que ocurre en la antesala de este Mundial si analizamos algunas de las marcas que lo patrocinan. Muchas compañías que hablan de diversidad de género son las mismas que invierten millones para convertirse en sponsors de una Copa del Mundo que se juega en un país donde la discriminación a las mujeres es la regla y la homosexualidad es considerada ilegal.
Sin embargo, esto no se trata solamente del mundial de futbol. Es bueno recordar que Qatar es el colofón de eventos como La Supercopa, el Padel Tour, el circuito profesional de Golf o de los Equipos Estado, como el PSG o el Manchester City en los que el talonario prevalece sobre el propósito.
¿Hacer lo que corresponde o lo que conviene?
En un mundo en el que las nuevas generaciones valoran más que nunca la transparencia, el mensaje que están entregando muchas compañías a la sociedad es contradictorio, es incoherente y es peligroso. Los tiempos que corren nos han dejado claro la importancia de hacer lo que corresponde y no lo que conviene, como lo tratamos también en nuestro podcast, Whisky Stories. Así que, tal vez estemos de acuerdo en que organizar el Mundial en Qatar conviene para aquellos involucrados que disfrutarán de los ingresos, pero no pareciera ser lo que corresponde. Si algo nos enseña la historia es que, frente a la duda, quien hizo lo que corresponde, siempre ganó.
Por Gabriel Weinstein, Socio y Managing Partner para Europa de Olivia