Una parte del mundo dio el primer paso. La otra -que incluye América Latina- aún lucha por poder hacerlo. Para las organizaciones, la pandemia se convirtió en el gran crisol por el cual verse: atascados en el pasado o aprovechando el futuro.
España es uno de los países que logró dejar la cara más cruda de la pandemia atrás. En el país que llegó a ser uno de los focos globales de esta primera crisis global del siglo 21 se respira por estos días un aire de vacaciones. Ni los más recientes registros de infecciones logran -por ahora- mitigar la sensación de verano. Eso cuando España es hoy con 314.000 enfermos y 28.500 fallecidos el país con mayor tasa de casos de COVID19 en Europa.
Una de las herramientas que más ayudó para alcanzar la sensación de estos días para este país de más de 40 millones de habitantes fue el humor, que, a través de nuevos formatos digitales, logró saltarse todas las restricciones. “Nadie sabe nada”, es un programa de podcast, desarrollado por Andreu Buenafuente y Berto Romero. En él, los humoristas analizan e improvisan desde una visión distendida la actualidad. Que este programa, que se emite todos los sábados, de 13 a 14 horas se haya convertido en el programa más escuchado del país durante la cuarentena, según la plataforma podtail.com, puede ser una casualidad. A nosotros, en Olivia, no nos sorprende. Vemos en el fenómeno varias características que esta pandemia vino a poner en evidencia y que se traduce puertas adentro de las organizaciones en todo el mundo y que puede servir de caso testigo, especialmente para mercados como los de América latina.
El nuevo (viejo) liderazgo
Recordemos: en España un 41% de las empresas planea mantener el trabajo remoto, según informaciones de El País en base a datos del Consejo General de Economistas recabados en junio. Sin embargo, un 58% de las organizaciones ibéricas ya anticipó que para 2021 recortarán puestos de trabajo. Al mismo tiempo, los registros oficiales demuestran que la tasa de desempleo comienza a descender: en julio, 14 de la 17 Comunidades Autónomas españolas reportaron un aumento del empleo. En total, se reincorporaron cerca de 90.000 personas al mercado laboral, informó el Ministerio de Trabajo.
Liderar un equipo entre señales y noticias tan contradictorias requiere de habilidades que desde Olivia vemos emerger en varias compañías. Son organizaciones que logran salirse del relato de la “incertidumbre que paraliza”. Hay entre ellas, compañías de telecomunicaciones pero también de rubros como el cemento, alimentos o infraestructura.
Estas empresas generaron una oportunidad porque fueron capaces de entender la pandemia como el momento para aprovechar y transformar su pipeline. Sin embargo, a nivel general, hacen hoy a un 20% de la matriz productiva que vemos desde Olivia en la gran mayoría de los mercados en los que trabajamos. Otro 60% sigue vivo pero sufre una disminución del negocio por factores que aceleró la lucha contra COVID19, como la digitalización acelerada. El restante 20%, en cambio, debió cerrar o está a punto de hacerlo porque el negocio tal cual lo concibió en sus inicios desapareció a base de la pandemia.
Entre el pasado y el futuro
El denominador común que identificamos en el pequeño grupo “ganador” es la habilidad de sus líderes para nuclear a los equipos detrás de un mensaje simple, antiguo pero potente: “Sólo sé que no sé nada. Pero tampoco lo sabe mi competidor”. La situación es nueva para todos. No hay líder que pueda tener un análisis claro de cuál es el camino a seguir. Nadie sabe nada. Todos por igual hechan en falta una hoja de ruta. Lo importante: esta admisión de la incompetencia propia y ajena abre el camino. Porque permite cuestionar modelos tradicionales y poner en tela de juicio lo que veníamos haciendo.
Y es entonces donde entra a jugar un atributo demasiado tiempo ninguneado: la emocionalidad. ¿Quién no se acuerda de aquellos libros de texto que enseñaban que la única decisión correcta era la que se tomaba de forma totalmente racional? Sin embargo, hoy la emoción puede ser la llave para abrir la puerta del futuro.
No nos referimos a cómo nos sentimos ante la situación actual (perdidos, desamparados, solos), sino a cómo nos proyectamos ante ese reto: con una mirada que analiza el futuro en cuanto a su potencial o que se ancla en la añoranza de un pasado que ya no volverá. Siguiendo el modelo de la médica psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, es bueno recordar que -ante situaciones que tocan nuestra razón de ser- la emocionalidad define nuestra disponibilidad para tomar decisiones de este calibre. La emoción condiciona cómo nos plantamos. Nunca antes, la situación que vivimos como organizaciones coincidió tanto con esa disyuntiva. La opción que tienen los líderes de nuestras organizaciones es simple: seguir los estadíos que, según Elisabeth Kübler-Ross, atraviesa todo enfermo terminal -negación; enojo, negociación, depresión- o cambiar el mindsetpara aprovechar el momento.
La pandemia nos condiciona como organizaciones pero, al mismo tiempo, nos habilita como líderes a tomar decisiones que antes quizás nunca hubiéramos tomado. El mindset desde el cual encaremos esa decisión definirá en qué equipo terminará actuando nuestra organización en la postpandemia: entre el 20% de quienes hoy ya se perfilan como ganadores o el resto. Ni más, ni menos.
Por Alberto Bethke, socio y CEO de OLIVIA