Su invención pasó para todos desapercibido. Muy pocos relacionan su llegada con el inicio de la era moderna. Sin embargo, si pensamos un poco más veremos que fue él y no la máquina de vapor que cambió para siempre la forma de cómo vivíamos. Claro está, estamos hablando del … segundero.
Los primeros relojes portátiles no tenían más que una aguja para las horas. Recién en 1691 la aguja minutera entró a nuestro tiempo. La máquina de vapor tardaría siete años más en llegar. Y si bien fue esta, la que cambió la forma de cómo producimos y nos movemos, me animo a decir que fue el segundero que cambió la forma de cómo vivimos cada día de nuestras vidas. Cuando el relojero inglés, Daniel Quare, introdujo el pequeño brazo en nuestros relojes, el tiempo cambió de dimensión. Nuestra vida tomó velocidad. Nuestra existencia pasó a ser medible. Nuestra percepción de la realidad cambió y así también las reglas que la definirían. El resultado: nuestro mindset debió reajustarse, adaptarse a este nuevo set de reglas de vida regidos por el tick tack de un mundo en movimiento constante.
De la abundancia a la sustentabilidad
La pandemia es un nuevo “segundero” en ese sentido. La luz al final del túnel se potencia con una campaña de vacunación que, según las proyecciones, para fines de 2021, reflejaría a un mínimo del 70% de la población global inmunizada con una primera dosis contra el virus.
Desde esa mirada, hay indicadores que nos permiten anticipar cómo será ese nuevo mundo y -más que nada- cómo será la mentalidad / el mindset que marcará el ritmo de su segundero. Sus componentes son tres: abundancia; globalización; sustentabilidad.
Abundancia: para cuando nuestras sociedades finalmente puedan volver a salir libremente a la calle; ir a los negocios; viajar lo harán probablemente en gran parte con una mezcla de gasto retenido y un deseo de recuperar en el corto plazo la calidad de vida. Eso generará una mentalidad de abundancia y por qué no de una demanda agregada. El impulso lo generarán tanto los ingresos ahorrados a raíz de más de 1 año encerrados en nuestras casas como también los paquetes de ayuda que Gobiernos en todo el mundo estuvieron (y están) inyectando a sus economías. Aquellas economías que lograron dejar la fase más virulenta de la batalla contra COVID19 atrás, hoy ya viven un rebote fuera de lo común. La economía china logró crecer 18,21% en el primer trimestre de 2021. En los EE.UU., lo hizo con un 10% de aumento de su PBI, impulsado por US$ 1.9 billones que la Administración Biden canalizó hacia sus habitantes. En paralelo, los precios de materias primas vuelven a crecer. El petróleo supera la marca de los US$ 60 por barril. La tonelada de Soja hace lo propio superando los US$ 500.
Globalización acelerada: quienes abogaban por que la pandemia cortaría de cuajo la globalización hoy deben tener dificultades para sostener el argumento. Si algo generó el cambio de modo analógico a virtual en el último año, es un mundo mucho más interconectado e interdependiente que antes de la pandemia. Prueba de ello no es sólo el aumento del comercio online en todo el mundo, ni la cantidad de reuniones virtuales que reemplazaron a los viajes de negocios, que ya no volverán a tener es preponderancia. Hasta el propio transporte de carga vuelve a mostrar máximos, después de años de pérdidas. Lo que si habrá cambiado en materia de globalizaicón serán los ejes en los que se apoyarán las cadenas de valor: el “near shore” tomará mucho más preponderancia que el “off shore” de la época pre pandemia. El foco promete estar puesto tanto en la resiliencia de la cadena de valor como en el coste de producción cuando, antes, el único mandato era el coste. Entonces, el mundo que llega es un mundo que se achica de forma dramática. Las barreras físicas se virtualizan mientras nuestras cadenas de valor se redefinen a través de ecosistemas más conectados.
Think Sustainable:
Los jabalíes que se animaron a explorar el centro de Barcelona y Haifa; el grupo de ovejas que pidió entrada en un McDonald´s en Gales como también la familia de Pumas que se paseo por la calles de Santiago de Chile fueron algunas de las imágenes más simpáticas de la dura etapa de confinamiento. Pero, al mismo tiempo, fueron también un llamado de atención: el medio ambiente exige estar presente en nuestro hacer del cada día. Y, cada vez más, en nuestros ecosistemas también. No solo por el hecho de que una nueva generación de clientes tomó la posta en este último año. También porque la pandemia evidenció como nunca los errores de un mundo concebido sobre un modelo que apuesta por incrementar el uso de los recursos, en vez de administrarlos por lo que son: finitos. Los negocios del futuro exigen ser sustentables tanto hacia nuestras cadenas de valor como también hacia nuestros ecosistemas. La organización que no sepa incorporarlo a su modelo de negocios quedará en vías de extinción. Su muestra más evidente: el set de reglamentaciones que impulsó la nueva administración Biden en EE.UU. para la comunidad de negocios. No hay negocio posible sin sustentabilidad.
En resumen, el rebote que traerá el mundo post pandemia será intenso. Sin embargo, llegará de la mano de nuevas reglas a cumplir. La pregunta es: ¿cuán preparadas estarán nuestras organizaciones para aprovechar ese nuevo mercado y esas nuevas reglas? Y quizás la más importante de todas: ¿mi industria es parte de las industrias que prometen crecer en ese nuevo mundo o es parte del viejo mundo que exige reinventarme por completo? La primera respuesta ya la tenemos: el nuevo escenario al que nos enfrentamos requiere un mindset distinto. El dilema que como líderes y organizaciones tenemos que resolver es si nos abocamos a gestionar el presente o nos animamos a diseñar el futuro. No es un momento para nada fácil para decidirlo: especialmente para los dueños de empresa que hoy deben barajar entre aguantar la situación un poco más, financiando incluso parte de su operación del propio bolsillo o empezar a recortar su operación. Sin embargo, la experiencia enseña que si logramos recorrer esta nueva milla con la mente puesta en apostar por el futuro, estaremos seguramente a tono con el ritmo que exige su nuevo segundero.
Por Alberto Bethke, Socio fundador de OLIVIA