Hay momentos en la vida de una organización en los que todo cobra sentido. Momentos en los que se puede mirar hacia atrás y decir: “Para esto pusimos esta compañía”. Estos días es uno de esos momentos para nosotros.
Olivia acaba de ser reconocida con tres premios Eikon —dos Oros en las categorías de Sustentabilidad General Internacional y Sustentabilidad en Educación Internacional, y el premio especial Eikon Verde por acción climática— por su trabajo junto al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en la Amazonía. Y, aunque cualquier reconocimiento es motivo de alegría, este tiene un significado especial: premia un proyecto que encarna exactamente por qué existe Olivia.
La historia comenzó de forma casi anecdótica. Estábamos en España con Alberto Bethke, socio fundador de Olivia, y Gabriel Weinstein, Managing Partner Europe, cuando recibí una llamada desde Washington. "Che, hay una oportunidad de hacer un proyecto en el Amazonas", les dije. Y en ese momento sentí como un llamado interno que me decía que teníamos que ir en esa dirección.
Nos convocaban para un proyecto de transformación en la Amazonía, específicamente en la frontera entre Colombia y Brasil: las ciudades hermanas de Leticia y Tabatinga, separadas por una simple calle pero divididas por lógicas institucionales completamente diferentes.
Después de unos meses de procesos licitatorios, nos hicimos del proyecto. Y, entonces, llegó el baño de realidad: cuando se llega en avión al Amazonas, no se ven rutas. Se llega navegando por el río Amazonas o en avión, y se ve una vegetación tupida.
Leticia, en Colombia, y Tabatinga, en Brasil, comparten territorio, historia y relaciones sociales cotidianas, pero sus marcos institucionales responden a lógicas soberanas diferentes. La ciudadanía ya actúa desde una lógica fronteriza integrada, pero los gobiernos locales necesitaban herramientas, marcos y lenguajes compartidos para impulsar soluciones coordinadas.
Los números hablan por sí solos: en Tabatinga, el 48% de la población vive con menos de medio salario mínimo y solo el 21% tiene acceso a saneamiento adecuado. En Leticia, el 46% de la población es indígena y el 80% de su zona rural se encuentra en pobreza extrema. Cuando vas a la geografía, caminás por la selva y navegás el río Amazonas, te das cuenta de que el mapa no es el terreno. Ahí se puede aplicar de verdad esa frase que tanto repetimos en consultoría.
Trabajamos con más de 60 líderes públicos de Leticia y Tabatinga en competencias prácticas para abordar desafíos ambientales, económicos y sociales desde una lógica de sustentabilidad y cooperación transfronteriza. El proyecto fue completamente bilingüe —español y portugués— y se ejecutó mediante dos misiones presenciales intensivas en territorio.
Básicamente trabajamos con ambos gobiernos en un proceso de formarlos, integrarlos y desarrollar una visión común de las oportunidades que puede tener la región. Un proceso súper interesante. Y después entrenarlos y crear con ellos procesos de innovación para solucionar los problemas comunes que tienen.
Desde problemas de cómo convertir el residuo en material productivo para que dé empleo, hasta cómo los problemas medioambientales parten desde la educación primaria y simple. Cómo cambiar un recorrido, cómo se hace un reciclaje, cómo se recolecta y se separan los residuos y se reconvierte: el plástico puede ser fibra textil, el aceite usado se puede convertir en jabón. Cómo todo eso se puede mandar a ciudades como Manaos o Bogotá, o cómo hacer una marca de denominación de origen controlado desde el Amazonas.
Cuando uno se adentra en la selva, se encuentra con las comunidades originarias ticunas, que no hablan ni español ni portugués sino su lengua. Son cientos de miles de personas impactadas por este proceso. La clave fue trabajar con los gobiernos para que ellos puedan generar soluciones y con actores de la sociedad civil, como cooperativas.
Hay un gran aprendizaje que tiene que ver con el conocimiento ancestral. Y creo que este es un aprendizaje con humildad de cuánto podemos aprender de la gente a la cual dirigimos durante estos procesos.
Una de las situaciones más impresionantes —aunque es muy difícil de transmitir— es ir a una reunión en la selva en una barcaza con agujeros que le entra agua, un día de lluvia torrencial. Y, de repente, a lo lejos ves que empiezan a saltar delfines rosas. Se siente como en un cuento de García Márquez. El que maneja no habla ningún idioma que conocés y decís: “Espero llegar a la reunión”. Llegás a la reunión totalmente mojado y ves que esta gente hace eso todos los días.
Entonces ahí hay un gran aprendizaje: aplicar en estos procesos una mirada etnográfica, recorrer el terreno, caminar con la gente le da un sentido de realidad y de aplicabilidad o no a muchos de estos procesos. Cuánto caminamos por el terreno, cuánto nos ponemos en los zapatos del otro... cuando hay zapatos, porque a veces la gente va descalza.
El proyecto logró cuatro soluciones diseñadas con lógica de implementación real: Tabaticia – Escuelas Verdes (educación ambiental para la infancia con enfoque en economía circular), Ecofronteras (red binacional de reciclaje con participación comunitaria), Fronteras Conectadas (feria de turismo cultural con marca compartida), y Asistencia Internacional Agro (plataforma de intercambio entre saberes campesinos y técnicos).
Todas las soluciones se documentaron, prototiparon y quedaron en fase de validación para su implementación local con apoyo institucional. Además, se creó una visión compartida de futuro entre Leticia y Tabatinga a 2040, y se instalaron capacidades para que ambas ciudades apliquen lo aprendido ante nuevos desafíos.
Finalmente, el premio es una anécdota porque el premio es el proyecto. El premio es un reconocimiento y está bueno que se le haya dado un reconocimiento a algo que le da tanto sentido a lo que hacemos. Pero para mí el concepto más lindo es que el premio es el proyecto, que alguien confía en nosotros. Así que realmente estoy agradecido con el Banco Interamericano de Desarrollo por confiar en nosotros.
Los Premios Eikon son los galardones más importantes de Argentina para la comunicación institucional y corporativa, organizados por la revista Imagen. Que un jurado independiente de periodismo reconozca este trabajo en estas categorías nos llena de orgullo, pero sobre todo nos confirma algo: estamos en el camino correcto.
Los procesos de cambio y transformación tan complejos y tan profundos requieren poner el cuerpo. Así que espero pronto poder volver al Amazonas con proyectos de distintas características: armar cooperativas de segundo orden para hacer que las comunidades ticunas sean más prósperas, para que ese producto de exportación, esa mirada agrícola pueda tener que lo hagan mejor, más profesional, que puedan rendir mejor el trabajo. Hay muchas familias que pueden tener un antes y un después cuando comprenden y aprenden.
En Olivia transformamos el mundo organización por organización. Y tenemos el propósito de poder contribuir con un cambio.
La experiencia en Amazonas fue transformadora. Como dijeron los propios participantes del proyecto: “La Amazonía nos une, no nos separa. Donde antes solo veíamos límites, ahora aprendimos a ver oportunidades de construir, cooperar y transformar”.
Te invitamos a ver el episodio completo en Olivia Play.
Por Ezequiel Kieczkier, socio fundador y CEO de Olivia.