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El concepto de nuestro éxito se transformó. Pasó de una visión anclada en lo aspiracional a una basada en la realización y contribución. Les propongo en esta entrega reflexionar cómo podemos llevar el éxito personal al centro de nuestras organizaciones para poder conectarnos con nuestro propio éxito futuro.

Comentábamos en mi anterior entrega que el concepto de éxito cambió de piel. Del éxito basado en símbolos podemos decir que estamos transitado hacia un modelo de éxito que se define por los valores y los logros personales de cada uno. Y eso impacta tanto sobre las personas que participan en nuestra compañía como a aquellas que se relacionan con ella: nuestros clientes. Les recuerdo el ejemplo de las grandes automotrices: ante la llegada de Tesla, lo único que supieron responder era vender aún más unidades. No entendieron o lograron ver que la empresa de California proponía anclar su razón de ser en las necesidades de las personas y de un mundo que cambiaba: o sea, en algo tan básico como cambiar el combustible.

La pregunta es cómo incluir este concepto de éxito basado en valores y logros personales en nuestro presupuesto. Una forma pasa por contestar dos preguntas que tienen el poder de reconfigurar aquello que hacemos como organización.

Primero: ¿Cómo ubicar ese éxito personal en el centro de nuestro hacer organizacional para que cada participante de nuestra compañía pueda y, más importante, quiera dar lo mejor de sí para el bien de todos? Segundo: ¿Qué necesidades tienen hoy las personas que hacen al nuestro ecosistema y que mañana quizás no vaya a tener?

Hacernos más a menudo ambas preguntas, nos permitiría abrir las puertas a un mundo de oportunidades para aprovechar. Porque responde a nuestras propias necesidades como humanos y como clientes que también siempre somos.

Que este concepto no es ni Ciencia Ficción, ni un sueño infantil lo prueba la compañía Patagonia. Se trata de empresa que produce ropa de montaña de alta calidad y a precios igualmente ambiciosos. Fundada en 1973, la firma con sede en Ventura, California, se propuso hace un lustro no solo ser más eficientes en el uso de los recursos, produciendo prendas de mayor calidad y duraderas. Les propuso a sus clientes reutilizar las mismas prendas que les había vendido años antes. Patagonia invitó a sus clientes a devolver la ropa una vez utilizadas para reaprovechar su material para fabricar nuevas prendas; economía circular pura. 

No faltaron aquellos que calificaron la idea de naif y poco sería, únicamente destinada al “green washing”; especialmente considerando que los clientes que consumen este tipo de piezas de alto valor, siempre quieren algo nuevo. 

Pues bien, Patagonia supo adelantarse a un mercado que es hoy tendencia: el mercado o negocio de ropa de segunda mano. Por caso, el país europeo donde el consumo de ropa usada más crece es Alemania, el motor de Europa. Porque si, en 2014, la venta de ropa usada en Alemania representaba el 5,2% del sector. Hoy, hace al 18,4%, según el Consumer Market Outlook que elabora Statista a nivel global. Es lógico: el negocio crece porque la demanda crece. La demanda crece porque las personas consumen en base a un nuevo set valores, tanto puertas adentro de nuestras compañías como afuera de ellas. Y Patagonia se animó a apostar por esos valores mucho tiempo antes que sus competidores. Patagonia sigue ganando dinero, pero eso no es lo realmente relevante y mucho menos pensando en el futuro. Lo importante es que la compañía logra crecer no solo en base a la demanda que genera sino por repensar y ubicarse en la vanguardia del negocio. Eso es ser exitoso.

 

Por Alberto Bethke, CEO y socio fundador de OLIVIA

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