Cuando la reputación pesa más que la innovación.
Elon Musk solía inspirar con sus ideas imposibles. Hoy, enfrenta la dura lección que impone el consumidor moderno: tus valores importan más que tus productos. ¿Qué nos enseña su caída?
Elon Musk nos enseñó a pensar en lo imposible. Por ejemplo, que para comprar un bien no necesitamos poner un billete sobre la mesa o hacer una transferencia bancaria: basta con un código.
También nos mostró que un auto no necesita quemar gasolina o diésel para viajar a más de 200 km/h; solo se requiere una batería y la fuerza del sol.
Finalmente, nos convenció de que viajar a Marte no es ciencia ficción: es cuestión de tiempo y dedicación. En apenas unos años, podríamos estar dejando las primeras huellas humanas en la rojiza arena del cuarto planeta de nuestro sistema solar. Así lo confirman hoy analistas y expertos independientes.
Más que innovar, Musk nos enseñó con cada una de sus iniciativas. Y lo vuelve a hacer, más que nunca, con su última aventura.
Desde que se convirtió en asesor de Donald Trump y en encargado del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) de los EE. UU., Musk no deja de demostrarnos el poder de castigo que hoy tiene el consumidor.
El valor de Tesla en bolsa ha bajado un 45 % desde que alcanzó su máximo histórico de US$ 1.500.000 millones el 17 de diciembre de 2024. Según el Bloomberg Billionaires Index, eso supuso (a fecha del 11 de marzo) una pérdida de US$ 126.000 millones en la fortuna personal de Musk desde principios de año.
Incluso para el hombre más rico del mundo —con un patrimonio neto de US$ 421.200 millones (al 31 de diciembre de 2024)—, semejante suma representa una señal de alerta. Pero no por el valor en sí, sino por lo que representa e indica.
Porque la pérdida en los mercados de capitales tiene su origen entre los consumidores. Desde que Musk se convirtió en la punta de lanza de la administración Trump para defenestrar a todo aquel que no piense igual, las ventas de su producto insignia —los autos Tesla— se derrumban mes a mes.
Las ventas de Tesla están hoy en su nivel más bajo en tres años. El fabricante de coches eléctricos vendió casi 337.000 vehículos en los primeros tres meses de 2025, un 13 % menos que el año pasado. En algunos mercados, como Alemania, las ventas cayeron un 62 % en el primer trimestre, según cifras de la Autoridad Federal de Transporte Motorizado de Alemania (KBA).
El ingreso operativo de la compañía se derrumbó un 66 %, según el balance trimestral que presentó hace unos días. El mensaje de los consumidores que transmiten los números es el mismo: ¡Así no!
¿Qué lección nos enseña Musk?
“La marca está quebrada y puede que no pueda recomponerse”, declaró en su cuenta de X Ross Gerber, uno de los mayores inversores de la empresa. Hace no tanto tiempo, Gerber era un fiel partidario de Musk; sin embargo, hace unas semanas le solicitó a la junta directiva que destituyera al multimillonario como director ejecutivo de Tesla.
Con su ejemplo y sus pasos en falso, Musk nos vuelve a enseñar que lo imposible no lo es cuando se trata de hacer negocios, especialmente en tiempos en los que la balanza de poder está firmemente en manos de los consumidores.
El poder del consumidor para castigar a una compañía hoy exige que los empresarios tengamos muchísimo cuidado respecto de las repercusiones que origina nuestra conducta.
La indignación que genera Musk atraviesa toda la organización que tanto esfuerzo le costó crear: desde la marca hasta las ventas y sus empleados. Todo en un plazo de apenas medio año.
Incluso el inédito y poco oportuno apoyo de su amigo Donald Trump, comprando un Tesla de última generación, no alcanzó para evitar la caída; en todo caso, la aceleró.
El consumidor nunca duerme
La regla número uno que nos deja el mal ejemplo de Musk es que no podemos darnos el lujo, como líderes organizacionales, de dejar de ser fieles a nosotros mismos ni pensar que siempre hay espacio para pasar desapercibidos.
Parafraseando al personaje de Gordon Gekko, es bueno recordar que, en tiempos de conectividad 360° y 24/7, “el consumidor nunca duerme”. Y nos lo hace sentir al instante.
Lo curioso es que Elon Musk debería haberlo sabido. Hace exactamente diez años explotó el escándalo de las métricas falsas que Volkswagen, entonces la mayor automotriz del mundo, aplicaba para ocultar el verdadero nivel de contaminación que generaban sus motores diésel.
Los consumidores no dudaron: se alejaron. Los mercados siguieron, enviando el valor de la acción a un vuelo en picada, con una caída del 33 %.
La razón no era tanto las estadísticas falseadas, sino que la empresa de Wolfsburgo les había mentido a sus clientes.
El escándalo le costó el puesto a gran parte de la cúpula del grupo creado en 1937, empezando por el hasta entonces CEO y presidente del grupo Volkswagen, Martin Winterkorn. Tras una carrera que lo había convertido en uno de los directivos más poderosos de la industria automotriz global, Winterkorn pasó sus últimos años teniendo que explicar cómo se había gestado la debacle.
El poder del consumidor siempre fue alto y siempre nos hacía reflexionar sobre la estupidez humana. Sin embargo, los números que acumula Elon Musk prueban que hoy ese poder del consumidor es una fuerza que no podemos ni debemos tomar a la ligera. Hoy, nuestro foco principal solo puede ser uno: nuestros clientes.
Por Alberto Bethke, socio fundador de Olivia.