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La transformación que exige el mundo que deja COVID 19 es algo que algunos países ya atravesaron en parte. España es uno de ellos a raíz de la crisis de 2008. Cuáles son los aprendizajes que enseñan las empresas españolas para no quedarse en el camino.

La pandemia catapultó al mundo al futuro. El cambio que exige la batalla contra el virus inyecta una urgencia a velocidad luz para transformar el trabajo, la convivencia y hasta nuestras vacaciones. A medio año de haber iniciado la batalla contra COVID19, nadie duda ya de que la transformación de nuestra vida es total. Si por un instante logramos dejar de focalizar en la cara más cruda de la pandemia -el avance de las infecciones- y miramos únicamente la necesidad de cambio, se podría pensar 2020 como el Mundial de la Transformación. Esta competencia global premiará a aquellos países que sepan aprovechar el tiempo de la pandemia para redefinir su modelo económico y social.

A primera vista hay uno que salta a la vista: Alemania. Al igual que en el futbol, el orden, la precisión y la claridad con la cual el país de Angela Merkel transitó los hasta ahora meses más duros de la pandemia invitarían a pensar que al final del día podrían disputar el título. Lejos quedan sus competidores más tradicionales -Brasil, Francia, Italia, Gran Bretaña o España, si miramos cómo viven por estos días el impacto de lo que muchos denominan, la “segunda ola”. Sin embargo, justamente el caso de España permite una mirada distinta.

Recordemos qué se necesita para ganar un Mundial: entrenamiento, jugadores, experiencia world class, un mindset ganador y el liderazgo para capitalizarlo. Si se analiza el recorrido español de los últimos años, el país que hoy lamentablemente vuelve a ostentar la mayor cantidad de infectados de Europa -paradójicamente también- tendría las mejores condiciones para hacer su apuesta al título.

El activo que diferencia a España contra otras naciones es que el país sabe de crisis transformadoras. La burbuja inmobiliaria-financiera que explotó entre 2008 y 2010, tras la caída del banco Lehman y el subsiguiente derrumbe bancario global, le exigió a todo el entramado económico-empresarial español un baño de realidad que muchos otros países no tuvieron. En 2009, el volumen de insolvencias y quiebras llegó a superar la marca de 4.000 por año, un aumento de 173% en 12 meses. El resultado fue una tasa de desempleo de la población económicamente activa que, en 2013, llegó a superar el 25%. Pero fue también en ese año en el cual España inició su camino de reinvención. De un modelo anclado en Alimentos, Real Estate, Turismo Masivo e Industria, muchas empresas españolas debieron redefinirse para no desaparecer. La experiencia dio pie a un camino de diversificación, sofisticación y un reordenamiento financiero.

Entre los motores figuró también un -si bien aún débil- foco en la innovación. “Lo más importante era enviar un mensaje a nivel país y personal en cuanto a que la crisis era gordísima y nos afectaba muchísimo. Sin embargo, lo que vendría después tendría dimensiones incalculables”, recordó María Benjumea, fundadora de Spain Start-Up . El último resultado se vio en octubre 2019, cuando South Summit convocó a más de 12.000 asistentes, confirmando a Madrid como uno de los más importantes del sur de Europa.

El activo que marcará la diferencia

La mala noticia es que el desafío de 2020 es mayor: en 2008-2010, la transformación exigió a una parte de su modelo productivo. Hoy, la caída de la demanda que genera la batalla sanitaria contra el virus no exime a ningún rubro. La ayuda del sector público, reflejada en paquetes de rescate para sostener el empleo pueden entenderse solo como alivios temporales para mantenerse a flote en el medio del río.

La buena noticia es que el entramado empresarial cuenta con la fuerza para llegar a la otra orilla. La matriz empresarial española reúne hoy por lo menos tres de los cuatro elementos para ganar un “Mundial” de este tipo: entrenamiento (2008 – 2012), jugadores de elite fogueados (empresas y corporaciones que lograron reordenarse de la mano de la innovación) y la experiencia world class (crisis del Euro). Un factor adicional es la memoria colectiva: a diferencia de Alemania, España tiene aún muy presente el precio que se paga por negarse al cambio. Y lo mejor de todo: Hoy, el reto es el mismo para todos.

Sin embargo, hay una variable que tiene todo el potencial para definir cuántas posibilidades tendrán las otras para marcar la diferencia: el liderazgo. Y en ese segmento en España -pero también en el caso de la todopoderosa Alemania- la variable es una incógnita de peso. Porque si bien el mindset está bien encaminado gracias a la experiencia de 2008-2010, aún le falta el paso final.

Al igual que en los medios germanos, quien a principios de este año buscaba el término “Transformación” en los medios españoles, se encontraba la mayoría de las veces con el sinónimo de “Transformación Digital”. Pero, si hay algo que nos enseñan las empresas que en todo el mundo están ganando a pesar del COVID-  es que el cambio va mucho más allá de una implementación digital por muy amplia que sea. Exige un cambio que prioriza a la agilidad y a las personas para anticipar las oportunidades, más que reaccionar ante ellas. Exige un liderazgo desde la cercanía, ante la ansiedad que genera la incertidumbre. Exige una visión de innovación constante, ante un horizonte de volatilidad. Exige, en definitiva, un cambio de la cultura.

Ese es el verdadero Mundial que afrontamos todos.

Por Alberto Bethke, CEO y socio fundador de OLIVIA

 

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