Del aula al cambio: todo empieza en el liderazgo
La educación necesita agilidad para no quedar atrás. La tecnología es el catalizador, pero el verdadero cambio empieza en el liderazgo.
Hace tiempo que vengo pensando en cómo se conectan cuatro conceptos que, a primera vista, podrían parecer separados: educación, tecnología, agilidad y liderazgo. Pero si los observo en secuencia, como un viaje, empiezo a ver un patrón. Porque en este momento de cambios acelerados, la tecnología necesita de agilidad para ser implementada con sentido, y esa agilidad, a su vez, exige un nuevo tipo de liderazgo. Y todo esto, en mi caso, empieza desde la educación.
Trabajo en un entorno académico de excelencia, exigente, reconocido internacionalmente. Pero, también, profundamente conservador. En los últimos años, vengo viendo cómo en el mundo, a pesar de la vorágine tecnológica, nuestros modelos educativos apenas cambian. Se sigue enseñando como se enseñaba hace décadas:
* Contenidos rígidos
* Estructuras jerárquicas
* Poca adaptabilidad
Y, sin embargo, el mundo ya cambió. La tecnología nos ofrece herramientas que antes eran impensables, pero nuestros sistemas parecen decididos a ignorarlas o, peor aún, resistirlas.
Tecnología sin agilidad es solo decoración
Este año, decidí reestructurar el programa de estudios de uno de mis cursos con la ayuda de ChatGPT. No como un experimento marginal, sino como una herramienta central en el proceso. Logré acelerar decisiones, repensar contenidos y desafiar supuestos que tenía completamente naturalizados. Lo interesante fue que, al compartir esta experiencia con colegas, la reacción fue ambigua. Algunos se mostraron curiosos; otros, directamente preocupados. Para varios, el uso de una inteligencia artificial generativa en el diseño curricular era una amenaza. Una amenaza a su rol, a su control sobre el contenido, incluso a la legitimidad del proceso pedagógico. ¿Te imaginas si te “pillan” los alumnos? Acá hay dos supuestos tremendos: primero, que si te “pillan” es porque estás haciendo algo indebido… segundo (y por lo mismo) que esto debiera estar fuera del radar.
Esta reacción no me sorprendió. Esto muestra una tensión que también se ve en el mundo organizacional: cuando la tecnología se percibe como imposición, y no como posibilidad, se activa la resistencia al cambio. Y ahí es donde entra en juego la agilidad.
No me refiero a “ser más rápidos”. Me refiero a tener la capacidad de adaptarse, de iterar, de incorporar nuevas herramientas sin perder el rumbo para agregar valor. Agilidad en educación significa:
* Rediseñar sin miedo
* Experimentar sin que eso implique un riesgo reputacional
* Aprender también desde el error
* Usar las herramientas como complemento, como desafío, no como reemplazo
Agilidad es lo que evita que los modelos educativos “mueran en el intento” frente al cambio y que podamos pensar en modelos de aprendizaje adaptativo, es decir, utilizar algoritmos para ajustar el contenido y las actividades según el progreso y las necesidades de cada estudiante. Y lo mismo aplica para las organizaciones: procesos lentos, estructuras inflexibles, miedo a lo nuevo... son obstáculos comunes que terminan anulando cualquier intento de transformación real.
El liderazgo que necesitamos
Pero nada de esto es posible si no repensamos el liderazgo. Porque al final del día, son las personas que lideran quienes habilitan o bloquean estos cambios. El tipo de liderazgo que hoy necesitamos —en la educación y en las organizaciones— tiene que ser diferente. Tiene que ser proactivo, ágil, dispuesto a experimentar, y sobre todo, tiene que ser valiente. Valiente para desafiar normas establecidas, para tomar decisiones que no siempre serán cómodas, para defender el uso de nuevas herramientas incluso cuando generan incomodidad.
No alcanza con que el liderazgo “tolere” la tecnología o la agilidad. Tiene que impulsarlas. Y eso implica también liderar conversaciones incómodas: sobre el miedo al cambio, sobre los sesgos contra lo nuevo, sobre el riesgo de quedar atrapados en la nostalgia de lo que funcionó alguna vez y, por sobre todo, que la tecnología nos reemplace en ciertos temas para poder concentrar nuestra mente en lo que realmente agrega valor.
Lo que vivimos en el campo educativo no es único. Es un espejo claro de lo que ocurre en muchas organizaciones que quieren transformarse, pero que siguen operando con estructuras y pensamiento del pasado. En ese sentido, la educación es un laboratorio de transformación cultural. Y también una advertencia: si no logramos ser ágiles ahí, difícilmente lo lograremos en otros espacios.
Por eso, mi propuesta es mirar este recorrido como un flujo: Educación → Nuevo liderazgo → Agilidad + Tecnología. Es un camino que no se recorre de manera automática. Hay que construirlo. Pero es urgente hacerlo si queremos que nuestros sistemas —educativos y organizacionales— sigan siendo relevantes. Y para eso, necesitamos líderes que no solo entiendan el cambio, sino que lo encarnen.
El profesor, si es un referente, forma y lidera en el aula y no puede estar escondiendo sus fórmulas. En mi caso, explicarles a mis alumnos cómo diseño un curso es parte fundamental de que entiendan mis motivaciones y para mí es parte del proceso formativo. Por eso, mi respuesta fue que, primero, no me pueden pillar si no estoy haciendo nada indebido y, segundo, obvio que, como líder, debo explicarles a mi equipo/estudiantes cómo es el proceso creativo que diseña el curso que están tomando. Eso es lo que ayuda a formar (no enseñar) personas que piensen en posibilidades y no en limitantes.
¿Estás listo para ser ese tipo de líder? La pregunta no es si la transformación va a llegar, sino si vas a ser parte de ella o vas a quedarte esperando. El aula —y la organización— del futuro se construye hoy, con líderes que abrazan la incertidumbre y convierten la tecnología en una aliada.
La educación del mañana no necesita más expertos en el pasado. Necesita líderes ágiles que sepan navegar el presente para construir el futuro. ¿Te sumas?
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Por Marcelo Blechman, socio de la consultora OLIVIA.