Cuando el éxito pasado se convierte en tu mayor obstáculo
La innovación es central para el futuro de las compañías, pero pocas logran resultados satisfactorios. Estructuras organizacionales rígidas, la mirada puesta en el corto plazo y un apego excesivo al éxito pasado, entre los obstáculos.
Innovar es más difícil de lo que parece. Aunque el 76% de las organizaciones reconoce que la innovación es importante o muy importante para su desarrollo futuro, solo un 20% califica sus esfuerzos como moderadamente exitosos. Este desfase no es casualidad: refleja problemas estructurales, culturales y de liderazgo que se repiten en organizaciones de todo tipo y tamaño.
Desde Whisky Stories, nuestro espacio de conversación en youtube, sobre los desafíos y aprendizajes en consultoría organizacional, detectamos que muchos esfuerzos por innovar no fracasan por falta de creatividad, sino por chocar contra paredes invisibles, aunque sólidas, que frenan cualquier avance.
1. El cortoplacismo como enemigo de la innovación
El afán por obtener resultados inmediatos es un veneno letal para cualquier iniciativa innovadora. Las empresas suelen priorizar métricas trimestrales o anuales, ligadas a bonos y objetivos financieros a corto plazo. Este sesgo impide que se destinen recursos y energía a proyectos de largo plazo que, si bien prometen grandes beneficios, requieren paciencia y resiliencia.
El problema se agrava cuando se abandona una iniciativa porque en los primeros ciclos no muestra resultados palpables. La innovación exige tiempo, experimentación y, sobre todo, la capacidad de tolerar errores.
La cultura del rendimiento inmediato lleva a descartar ideas que necesitan tiempo para madurar. En lugar de priorizar el aprendizaje progresivo, se busca el éxito fulminante. Esto deja fuera de juego a proyectos que, aunque tengan un potencial innovador genuino, no son rentables a corto plazo. En esencia, se castiga la experimentación.
2. Liderazgos que ahogan la creatividad
El liderazgo tradicional, basado en el control y la predictibilidad, es un enemigo natural de la innovación. Tal como planteamos en un episodio reciente de Whisky Stories, “Estadista: ¿Se nace o se hace?”, el verdadero desafío del liderazgo actual es crear un entorno donde las ideas puedan florecer.
La innovación genuina no surge de un líder que dicta lo que debe hacerse, sino de líderes que facilitan espacios de experimentación y permiten un caos controlado. Este es un punto difícil de aceptar para quienes sienten que su rol es imponer orden en lugar de fomentar la divergencia creativa.
Los líderes que abrazan la innovación suelen ser aquellos que promueven una cultura de apertura y experimentación constante. Sin embargo, cuando el poder se ejerce desde la imposición y no desde la inspiración, el miedo al error se convierte en el principal inhibidor. Los colaboradores se limitan a cumplir, en lugar de desafiar el status quo y proponer soluciones disruptivas.
3. El amor por la “vaca lechera”: aferrarse al éxito pasado
El tercer gran obstáculo está en la cultura organizacional que se aferra a las recetas que funcionaron en el pasado. Cuando algo genera ingresos de manera consistente, es natural que las empresas se apeguen a ello. Pero el riesgo está en que este apego se convierta en una obsesión que impide explorar nuevos caminos.
En este sentido, uno de los problemas más comunes es que las organizaciones confían tanto en sus éxitos previos que descartan cualquier opción que no produzca resultados inmediatos. Se aferran al modelo que les da de comer, sin darse cuenta de que la cancha de juego cambió por completo.
La frase que da nombre al libro de Marshall Goldsmith, “Lo que hiciste para llegar hasta aquí no te llevará hacia allá”, resuena con fuerza en este punto. Aferrarse al pasado es ignorar la necesidad de adaptación constante que exige un entorno cada vez más dinámico.
Innovar requiere soltar
Innovar no implica abandonar aquello que funciona, sino permitir que convivan proyectos tradicionales con nuevas apuestas. Las organizaciones que logran hacer esto bien suelen contar con líderes visionarios que no tienen miedo de soltar las certezas y explorar nuevas posibilidades.
El desafío está planteado. Innovar en un contexto tan dinámico y exigente como el actual requiere de líderes capaces de cuestionar sus propios paradigmas, estructuras más flexibles y una cultura organizacional que se anime a abrazar la incertidumbre.
Pero sobre todo, se necesita un cambio de mindset: aprender a sostener proyectos en el tiempo sin obsesionarse con resultados inmediatos, entender que el error es parte del proceso y, principalmente, aceptar que lo que funcionó ayer no necesariamente funcionará mañana.
Te invitamos a ver el episodio “Por qué es tan difícil innovar”, de Whisky Stories, en nuestro canal Olivia Play.
Por Ezequiel Kieczkier, CEO y socio fundador, y Alberto Bethke, socio fundador de la consultora OLIVIA.