Transcripción nota original del diario el @El Nuevo Siglo de Colombia.
Vivimos tiempos inciertos y de enormes niveles de disrupción. La aceleración de la transformación digital, la pandemia y la invasión a Ucrania por parte de Rusia están delineando nuevos formatos de liderazgo, en líneas generales con un patrón en común: emergen principalmente de la sociedad civil, mientras la política está mostrando mayores niveles de dificultad para adaptarse al ritmo y a la velocidad de los cambios.
En efecto, en estos últimos dos años asistimos cada vez más a organizaciones, empresas y comunidades que asumen nuevos modelos de liderazgo basados ya no en la pregunta inicial tradicional, “¿Qué conviene?”, sino en un nuevo cuestionamiento, más responsable: “¿Qué es lo que corresponde?”. La misma sociedad que años atrás resistía la integración de Europa por temor a que afectara sus costumbres o redujera las oportunidades de empleo hoy abre los brazos para apoyar a Ucrania porque considera que es lo correcto, al punto de dejar de comprarle gas a Rusia, con el impacto negativo que eso tiene en las personas y las empresas mientras que, en una manifestación, un chico apenas adolescente levanta un cartel que señala “Prefiero morirme de frío antes que pagarle el gas a Putin”.
Este modelo de lo correcto antes que lo conveniente se viene vislumbrando también en el mundo corporativo: hoy las empresas toman la decisión de ser sostenibles y apuntan sus estrategias en esa dirección, aun cuando en algunos casos afecte sus resultados financieros de corto plazo, las tendencias indican que en el largo plazo los cambios en el consumidor, cada vez más responsables, y las nuevas decisiones de inversión, orientadas hacia las empresas más cuidadosas, harán que ser sostenible sea también rentable. No hablamos solo de grandes corporaciones. Es cada vez más común que, además, involucren a las pequeñas y medianas compañías que forman parte de sus cadenas de valor: muchas pymes se están certificando como Empresas B, por ejemplo. En cambio, los gobiernos, incluso los de las potencias, continúan procrastinando decisiones.
Latinoamérica es tal vez el ejemplo más destacado sobre cómo los nuevos liderazgos surgen del ámbito civil más que del político: mientras las naciones de la región se debaten entre democracias más que imperfectas y dirigentes que parecen haber llegado a donde están de casualidad y no por una búsqueda, las empresas y ONGs muestran resiliencia para soportar cuestiones coyunturales adversas, visión a futuro para capitalizar las oportunidades que ofrece la aceleración digital y voluntad de asumir el protagonismo en esta nueva era.
A diferencia de la confusión que destacan en los estratos gubernamentales, y a pesar de los altos niveles de incertidumbre, los líderes del sector privado y de la sociedad civil saben que no tienen todas las respuestas, por lo que aprenden a hacer mejor las preguntas. También desarrollaron la capacidad de generar consensos para construir de cara al futuro y crear entornos de innovación colegiada.
Desde el punto discursivo, la omnipotencia dejó lugar a la vulnerabilidad. El “yo me las sé todas” ya no tiene lugar en el mundo que se está configurando. En cambio, la empatía y la capacidad de ayudar a los miembros del equipo, en la misma medida en que se busca ayuda cuando hace falta, se consolidan como variables esenciales.
No se trata de un tema resuelto ni mucho menos: los nuevos liderazgos están desplegándose sobre el lienzo en blanco que es una realidad altamente cambiante y vertiginosa.
Por Alberto Bethke, Socio Fundador de OLIVIA.
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