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Cuando los Rolling Stones salgan a escena a lo largo de su nueva gira mundial, que arrancó ayer en St. Louis, Missouri, ya no serán los mismos. Hace una semana falleció el gran Charlie Watts, el baterista que le cubrió las espaldas a Mick Jagger & Co. a lo largo de más de 50 años. Mucho se ha escrito desde entonces sobre su figura y su trayectoria. Sin embargo, hay un aspecto que pasó algo desapercibido y que para mí es clave para realmente honrar a este músico y al mismo tiempo aprender una lección que nos deja para las organizaciones del futuro.

Nacido en la Londres durante el “Blitz” -la campaña de bombardeo alemán a la capital británica al inicio de la II Guerra Mundial- Watts creció en un hogar burgués para formarse luego como diseñador gráfico. Baterista desde joven, su gran pasión fue el jazz pero también el Rythm & Blues. Despuntaba ambas pasiones a principio de los años ´60 en los clubes de una Londres, que, tras la dureza de la reconstrucción, comenzaba a vibrar con la movida del “Swinging London”.

Lo sorprendente es que fuera justamente este elegante, callado y meticuloso músico que terminara convirtiéndose en la columna vertebral de la banda más irreverente de la historia. Porque, más allá de sus dotes de músico, tanto propios como extraños le reconocen a Watts haber sido el elemento aglutinador que supo mantener unidos (y encarrilados) a egos tan especiales como los de un Mick Jagger, Keith Richards o del histriónico Brian Jones, que en los primeros años -dejó el grupo en 1969 y falleció poco tiempo después-, competía con los primeros por el liderazgo de un grupo que vendería más tarde más de 200 millones de copias.

 

El que no encajaba

Watts supo mantener un estilo de vida que el estilista Rochelle White definió como la “quintaesencia del gentleman inglés”. Desde la vestimenta hasta en los modales, Watts no encajaba. Tanto en el escenario como fuera de él, era común verlo trabajar y vivir su día a día en trajes a medida de los mejores sastres de Savile Row en Londres. “Yo siempre me sentí un poco fuera de lugar en los Rolling Stones. Tengo un gusto muy anticuado y tradicionalista a la hora de vestirme”, admitiría el mismo músico en una entrevista hace unos años.

Lo que vivía en lo exterior, lo reflejaba en su interior: Watts se casó en 1964 con Shirley Shepherd. El matrimonio duró hasta su muerte hace unas semanas. Preguntado por el secreto que hizo posible este pequeño “milagro”, Watts comentó en su momento: “Es que en realidad no soy ni me defino como una estrella de rock. No tengo las credenciales para serlo”. Entre otras, le huía al ojo público cuanto podía: “No me gusta dar entrevistas ni estar en el centro de la atención. Doy entrevistas para que la gente nos venga a ver, porque si no una banda de rock no tiene razón de ser, pero nada más”, le confesó en su momento al diario de la época New Musical Express.

 

Los pilares de la más grande

Es esta aparente discrepancia entre una vida pública y privada que me hacer pensar tanto en este inglés, que aprendió a tocar la batería tras frustrase con un Banyo y por la admiración que sentía por figuras como Duke Ellington, Dizzie Gillespie o Miles Davis. Porque lo que muchos hoy llaman la “banda de Rock más grande de la historia” se basa en gran parte en tres cualidades que en Charlie Watts encontraron a su mejor representante.

  • Una reinvención constante

La influencia de Watts no sólo logró mantener unido a un equipo a lo largo de más de cinco décadas, sino que lo acompañarlo para desafiarse y reinventarse una y otra y otra vez. Todo, en una de las épocas más intensas de la historia de la humanidad. Porque se puede ser amante de la música de los Stones (como es mi caso) o no. Sin embargo, no se puede negar que casi con cada edición, la banda sorprendió y propuso al mercado una versión distinta. Solo se explica que desde la mítica “Aftermath” (1966), “Sticky Fingers” (1971); “Some Girls” (1978), “Vodoo Lounge” (1994), hasta “Blue & Lonesome” (2016), no dejarán de innovar y cambiar. De hecho, este último fue el duodécimo álbum de la banda en convertirse en Nr. 1 en las listas británicas. El dato: para ese entonces, la edad promedio de los cuatro Stones rondaba los 70 años. Pocos equipos -sinceramente no conozco a ninguno – logran algo similar.

 

  • Un profesionalismo de médula

Apenas unas semanas antes de su muerte, el propio Watts (de 80 años entonces) pidió disculpas públicamente por poner en peligro la gira que el grupo tenía armado para estos días y él mismo anunció su reemplazo temporal para que sus fans no tengan que esperar más. “Después de todo lo que han sufrido los fans a causa de la Covid, no quería que todas las personas que tenían un ticket para esta gira sufrieran un nuevo retraso. Por eso, le pedí a mi gran amigo Steve Jordan, que ocupara mi lugar”, firmaba el músico en el comunicado. Más de medio siglo detrás de los platillos eran un aval de sobra para que Watts le insistiera a sus compañeros a que lo esperaran. Sin embargo, el músico priorizó el bien del equipo y el de sus “clientes”, dando un paso al costado.

 

  • Un unificador que supo encontrar el tono (siempre)

Como decía arriba, Watts es hoy reconocido por propios y extraños como el elemento unificador, el “ancla”, que supo mantener a las partes que hacen a la historia de los Rolling Stones en un cauce creativo e innovador. Sin embargo, más de uno se equivoca si piensa en Watts únicamente como mediador pacífico y de habla baja. Si bien de personalidad tranquila, Watts sabía poner las cosas en su lugar; si era necesario de forma tangible (era conocido por tener un gancho derecho de calidad, con el cual puso al maestro Jagger en su lugar más de una vez). Son leyenda las discusiones que tuvo principalmente con Mick Jagger pero de igual forma supo también siempre dar un paso atrás, reconsiderar y trabajar para recomponer los lazos que sostuvieron a este grupo hasta una edad que muchos otros llamarían “bíblica”.

 

Por todo esto, como líderes bien haríamos en aprender de este también líder. Especialmente en reconocer la importancia de reconocer y fomentar a nuestros propios Charlie Watts. Porque, seamos sinceros: todos tenemos un Charlie Watts en alguna parte de nuestro equipo. Sin embargo, las estrellas de nuestros equipos suelen encandilarnos (uno de los más recientes ejemplos es el equipo del Paris St. Germain, que acaba de fichar al argentino Lionel Messi).

 

Sin embargo, son estos equipos -quizás más que otros- que necesitan justamente potenciar a sus Charlie Watts. ¿Quién mantiene sino juntos a las estrellas y hace que la performance del quipo no se vea afectada por emocionales o el egocentrismo de sus líderes?

 

Los Rolling Stones lo sabían cuando salieron a buscar a Watts. Cuenta el propio Keith Richards en su biografía Life (2010) que fichar a su futuro baterista exigía poder hacerle también una oferta monetaria que estuviera a la altura de quien reconocía tener una estilo de vida que le huía a la inestabilidad del Rock´n Roll más clásico: Por algunos días, ahorramos en comida, para tener suficiente para que Charlie acepte nuestra propuesta.” El gran Charlie se lo devolvió con creces. En nuestras organizaciones, es mucho más fácil. Solo tenemos que animarnos a buscar y fomentar a los Charlie Watts que nos rodean.

 

Por Alberto Bethke, Socio Fundador y CEO de OLIVIA.

 

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