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Albert Einstein dijo en una oportunidad que ningún problema puede ser resuelto usando el mismo tipo de pensamiento que teníamos cuando se creó, por eso, a pesar de que en los últimos tiempos hemos observado avances en el liderazgo femenino hoy adquiere más relevancia explorar algunas de las razones por las cuales a las mujeres les sigue costando mucho llegar a la cima de las pirámides corporativas o políticas, tener una presencia más amplia en paneles de expertos, o ser reconocidas cuando se convierten en empresarias exitosas.

Qué pasa con nuestros estereotipos cuando se trata de evaluar la competencia de una mujer en posiciones de liderazgo o valorar su éxito ¿podrían estos evitar que tengamos más role models femeninos incluso a estas alturas del siglo XXI?

Cuando J.K Rolling logró -después de más de diez rechazos- que le publicaran su manuscrito - la historia de un niño mago llamado Harry Potter- sus editores le pidieron dos cosas, una de manera explícita y otra por defecto: la primera, presentarse bajo un seudónimo a partir de sus iniciales, y la segunda, ocultar su condición de mujer. Amablemente le hicieron saber que había escrito algo grandioso, una historia fantástica muy bien lograda, que no dudaban tendría gran aceptación entre niños y niñas si se mantenía el misterio sobre su género. Para esos editores probablemente era importante que el libro tuviera éxito primero para después poder contar que había sido escrito por una gran mujer con una imaginación poco común.

J.K. Rolling, quien es hoy una de las autoras más leídas en el mundo con un patrimonio neto estimado de más de mil millones de dólares según celebrity Network, y considerada una de las cinco mujeres multimillonarias hechas por sí mismas, necesitó parecer un hombre para crear la oportunidad de que su trabajo tuviera aceptación.

Lo que le pasó a Rolling no es muy diferente de lo que experimentan, en general, las mujeres que están en su camino de buscar el éxito en sus ámbitos de acción o que lo han logrado y que tienen una fuerte exposición en cargos de responsabilidad, porque todas se enfrentan a prejuicios asociados a los estereotipos con los que hemos crecido que nos hacen celebrar en los hombres ciertas características como el ser confiados, decididos, asertivos, frontales, entre otras, mientras que nuestro estereotipo de las mujeres implica que éstas deben ser modestas, discretas, sensibles, orientadas a cuidar de los demás y a evitar la confrontación, ser sumisas y pare usted de contar. Cuando las mujeres exhiben comportamientos que típicamente le atribuiríamos a un hombre suelen generar menos simpatía, aceptación y confianza en ambos sexos.

Un experimento llevado a cabo por los profesores Frank Flynn y Cameron Anderson con estudiantes de la facultad de ciencias empresariales de la universidad de Harvard en 2003, buscaba establecer las percepciones de los estudiantes acerca de los hombres y las mujeres en el lugar de trabajo. Para eso, separaron a los estudiantes en dos aulas, en una compartieron la historia real de Heidi Roizen, una empresaria que llegó a ser muy exitosa como inversora en el área de la tecnología, describiendo su personalidad y logros. Los estudiantes de la otra aula recibieron la misma información, pero el nombre de la persona descrita había cambiado a Howard. Ambos grupos valoraron que Heidi y Howard eran igualmente competentes, sin embargo, Howard fue percibido como más agradable mientras que Heidi fue percibida como egoísta y “el tipo de persona que no desearías contratar para un trabajo”. Los estudiantes evaluaron de manera más dura a Heidi que a Howard, aunque se trataba de la misma persona. Esta evaluación fue compartida incluso por las mujeres que participaron del experimento. Por su parte, Sheryl Sandberg, ex Directora de Operaciones de Facebook, en su libro de 2013 “Vayamos Adelante”, se refirió al experimento Heidi/Howard de esta manera “El experimento demostró lo que diversas investigaciones ya habían descubierto: el éxito y la simpatía que se despierta en los demás, se vinculan de forma diferente para los hombres y para las mujeres. Cuando un hombre tiene éxito, despierta simpatía tanto entre los hombres como entre las mujeres; en cambio, cuando una mujer tiene éxito genera una simpatía mucho menor entre personas de ambos sexos”. La razón de ello, según Sandberg es que Heidi, al centrarse en su éxito profesional y buscar una posición de poder, violó las expectativas estereotipadas relacionadas a su género.

Los sesgos inconscientes asociados a estos estereotipos que todos de una u otra forma tenemos, pone mucha presión sobre las mujeres que buscan lograr sus metas profesionales y destacar en sus especialidades ya que pueden tender a sentirse permanentemente cuestionadas e incomprendidas, a creer que no pueden equivocarse porque la manera de avanzar y crecer es en base a sus resultados y no en base a su potencial, lo que hace que muchas abandonen el camino, se autolimiten en cuanto a lo que pueden lograr y cuestionen su capacidad o la importancia de sus logros frente a otras personas para evitar el rechazo, como un mecanismo de autodefensa.

La pregunta que se hace patente es ¿cómo rompemos con los sesgos inconscientes que condicionan nuestra percepción sobre las mujeres que sobresalen y que exhiben comportamientos que típicamente esperamos ver solo en los hombres?

Iris Bohnet quien es economista del comportamiento, Profesora de Políticas Públicas y Codirectora del Programa de Mujeres y Políticas Públicas en la Escuela Kennedy de Harvard, en su libro de 2016 What Works: Gender Equality by Design, sugiere que es importante ir a las organizaciones y eliminar los prejuicios sobre cómo hacemos las cosas en lugar de eliminar los prejuicios de las mentalidades, eso implica repensar la forma en la que se hace selección, la forma en la que se acompaña la carrera laboral de las mujeres y en qué circunstancias son promovidas a una nueva posición, así mismo es importante incorporar para ellas Tutoría, programas de patrocinio y redes que contribuyan a la creación de comunidad.

Si pensamos en las niñas y en todas esas mujeres que están en proceso de descubrir quienes son, que aún no están cómodas en su propia piel y que solo tienen referentes masculinos, “ver para creer” se vuelve vital. En palabras de Bohnet “Si no vemos que hay más mujeres exitosas en posiciones de poder, como líderes, en política, en gobierno, en diferentes funciones alrededor del mundo, no podemos imaginar que eso sea una posibilidad para nosotras”.

Por Carmen Militza Buinizkiy Directora de Transformación y Change Management de Olivia

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