En tiempos de inteligencia artificial, la directora de transformación y change management de Olivia nos entrega una interesante reflexión.
La invención, como resultado de poner en acción el ingenio humano, es el origen de todo cuanto conocemos y que no pertenece al mundo natural. Ya sean los relatos que compramos porque adquieren profundo sentido, el arte en todas sus formas, los productos, dispositivos –y pare usted de contar– que nos ayudan a hacer la vida más fácil, tienen que ver con ella.
A lo largo de la historia, la capacidad de inventar se ha considerado un atributo exclusivamente humano. El mismo significado de la palabra, que viene del latín inventio, hace referencia a la acción y efecto que viene de adentro.
Esto quiere decir que la capacidad de pensar y descubrir cosas nuevas y diferentes, para luego compartirlas, viene de una chispa de ingenio como la que posiblemente ayudó a descubrir cómo usar el fuego de manera doméstica hace más de un millón de años.
Pero ¿qué pasa cuando una máquina –que no tiene alma ni chispa interna– inventa algo? Con el avance de la tecnología y la inteligencia artificial, ¿es posible que la capacidad de inventar esté dejando de ser exclusivamente humana? ¿es posible que la exponencialidad en el desarrollo tecnológico nos obligue a redefinir conceptos que están estampados en nuestro ADN cultural?
Desde hace un tiempo, estas preguntas están generando intensos debates en diversos campos, siendo uno de los más interesantes el campo jurídico desde que, en 2020, la oficina de patentes del Reino Unido, la Oficina Europea de Patentes y Marcas de Estados Unidos rechazaron otorgar protección a la propiedad intelectual de dos inventos, que a todas luces consideraban “patentables”, porque el inventor que figuraba en la solicitud era Dabus AI, un sistema de inteligencia artificial creado por el Dr. Stephen Thaler.
"... más allá del potencial de la inteligencia artificial, el uso que se le dé terminará por establecer cuánto nos beneficia y hasta qué punto nos pone en peligro..."
Esta IA inventó un contenedor fractal de líquidos y un sistema de señales luminosas fractales. Thaler explicó en múltiples oportunidades que, si bien él entrenó el sistema, no tenía los conocimientos necesarios para crear esos inventos ni se le hubiera ocurrido.
La premisa que acompañó el rechazo es que las cosas no pueden inventar cosas y que la capacidad de inventar es un atributo exclusivamente humano. Sin embargo, en 2021, un fallo sin precedentes emitido por un juez del Tribunal Federal de Australia sobre el mismo caso determinó que, en principio, el Dr. Thaler podía tener derecho a obtener una patente en relación con una invención creada por un sistema de IA como Dabus.
Y señaló que la misma podía considerarse un ‘inventor’, con arreglo al régimen de patentes australiano, porque en la ley de patentes no está expresamente definido el concepto de “inventor” como circunscrito a una persona humana.
Aunque la mayoría de los sistemas jurídicos del mundo no están preparados para regular la propiedad intelectual sobre las obras e invenciones generadas por inteligencia artificial, sí están siendo empujados a discutir los límites de la misma, especialmente en aquellos casos en que los inventos son únicos y se crearon con poca o nula intervención humana.
Casos como este nos obligan a expandir la percepción sobre lo posible y afirmar que la capacidad de inventar está dejando de ser un atributo exclusivamente humano.
Más allá de las grandes ventajas que la inteligencia artificial está teniendo y va a tener en todas las áreas del conocimiento, es importante acercarnos a comprender los desafíos que esta entraña y cómo va a modificar nuestras interacciones a partir del consumo, no solo de los inventos que pueden ayudarnos sino de la información producida por ella.
"Con el avance de la tecnología y la inteligencia artificial, ¿es posible que la capacidad de inventar esté dejando de ser exclusivamente humana?"
Al respecto, Jack Hidary, CEO de SandboxAQ, experto en inteligencia artificial y tecnología cuántica, en una entrevista reciente se animó a especular sobre el alcance que tendrá la IA en el contenido que consumimos:
“Mi predicción es que, en cinco años, la mayoría del contenido de internet habrá sido generado por inteligencia artificial y no por humanos”.
Por su parte, el reconocido historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari, durante su conferencia Inteligencia Artificial y el futuro de la humanidad, en el marco del Frontiers Forum, entre otras cosas, expresó: “La IA se acerca a la dominación del lenguaje mucho más allá de la capacidad humana promedio (…) acaba de piratear el sistema operativo de la civilización humana. El sistema operativo de toda civilización en la historia siempre ha sido el lenguaje. El lenguaje es el punto de partida. Usamos el lenguaje para crear mitos y leyes, para crear dioses y monedas, arte, ciencia, para crear amistades y naciones”.
Si la inteligencia artificial tiene el potencial de dominar el lenguaje, entonces, para bien o para mal, también será capaz de redefinir conceptos fuertemente arraigados en nuestras culturas porque puede generar ideas completamente nuevas y con ello nuevas culturas.
Considerando que la IA tiene una naturaleza totalmente diferente a cualquier otro invento que el ser humano haya creado, Harari cerró su conferencia preguntándose “¿Cómo viviremos la realidad a través del prisma creado por una mente no humana?”.
En este punto, más allá del potencial de la inteligencia artificial, el uso que se le dé terminará por establecer cuánto nos beneficia y hasta qué punto nos pone en peligro, y eso aún depende de la ética con que sea usada, lo que es aún un constructo exclusivamente humano.
Por Carmen Militza Buinizkiy, Directora de Transformación y Change Management de Olivia
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