Paren el mundo que me quiero bajar
Una de las frases más conocidas que se atribuyen al icónico personaje de Mafalda es la de “¡Paren el mundo que me quiero bajar!” (si bien el propio Quino llegó a revelar que nunca puso en boca de Mafalda tales palabras). Esta sentencia realmente podría expresar lo que muchas empresas y organizaciones españolas están experimentando ante el momento geopolítico en el que estamos inmersos.
De un lado, nos encontramos con la escalada de violencia en Oriente Próximo y la amenaza de convertirse en una guerra total que desestabilice toda la región; y la guerra sin cuartel en Ucrania, que no avanza y cuyo único resultado es un número cada vez mayor de víctimas. Del otro lado del Atlántico, lo que vemos son las crisis diplomáticas de Venezuela y México, dos mercados fundamentales para numerosas compañías españolas, y la inquietud ante lo que pueda pasar el 5 de noviembre en las próximas elecciones a la presidencia de Estados Unidos. Sin olvidar la inestabilidad entre China y Taiwán y la guerra comercial y arancelaria entre la Unión Europea y el gigante asiático.
En definitiva, el escenario geopolítico está verdaderamente agitado, provocando un contexto de incertidumbre total que tiene importantes efectos económicos, y que obliga a las organizaciones a estar bien preparadas para gestionar la incertidumbre si quieren salir airosas de estas situaciones de crisis que afectan a los mercados internacionales.
Un ejemplo: Estados Unidos fue en 2023 el segundo principal mercado para las exportaciones españolas fuera de la Unión Europea, con el 4,5% del total (después de Reino Unido, con el 5,86%) seguido en este orden por Marruecos, China, Suiza y México, según datos del Ministerio de Economía. Que la principal economía del mundo y algunos de nuestros principales mercados estén fuera de eje no pareciera ser un buen escenario ni para las empresas que exportan a esos mercados ni para la economía española en su conjunto.
La pregunta es: ¿Qué debemos hacer ante esta situación -que tampoco es inédita, todo hay que decirlo- como empresarios, y sobre todo como líderes organizacionales?
Mentalidad de crisis
En toda crisis hay empresas que sufren enormemente sus efectos, hasta el punto de llegar a desaparecer; otras que son capaces de superarlas de una manera menos traumática; y también aquellas que saben aprovechar las oportunidades derivadas de ellas para mantener su éxito e incluso crecer. Naturalmente, podríamos pensar que el sector al que una empresa pertenece marca, en gran medida, su destino, o que la suerte juega un papel crucial en esas circunstancias. Pero estos factores carecen de importancia si no tenemos en cuenta la variable clave de la ecuación: la mentalidad de las compañías y de sus líderes.
Y no, no hablamos de lo entendido como “mentalidad ganadora”, sino de lo que podríamos llamar mentalidad de crisis, o “crisis mindset”, un estado que permite a las organizaciones posicionarse de forma favorable a la hora de afrontar una crisis, ya sea coyuntural, sectorial o de cualquier otra índole.
Esta mentalidad de crisis se fundamenta en cuatro pilares esenciales:
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Orientación a la oportunidad, para ser capaces de dejar marchar las recetas que funcionaban antes de la crisis y buscar alternativas más allá de convertirse en esclavos de una situación sobre la que no tenemos control y no podemos cambiar.
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Movimiento continuo, para diseñar nuevas soluciones que den respuesta a las nuevas necesidades de nuestros clientes y consumidores en el contexto actual.
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Agilidad de aprendizaje, aprovechando los tiempos de crisis para desarrollar nuevas habilidades que antes no necesitábamos, pero que en tiempos turbulentos se vuelven la clave de éxito.
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Inteligencia emocional para lograr mantener a los equipos en una tensión constructiva que impulse la generación de soluciones.
Además, si contamos con un equipo de liderazgo orientado a la búsqueda de acuerdos que permitan dirigir los esfuerzos en una misma dirección, con líderes capaces de trabajar de forma compacta y sincronizada, estaremos más cerca del éxito que del sufrimiento y el fracaso del negocio.
Podemos encontrar ejemplos paradigmáticos en cómo muchas empresas plantaron cara a la pandemia por COVID-19. Uno de ellos es el de Nannyfy, startup que nació como plataforma que conectaba a padres con niños pequeños y cuidadores. Con el confinamiento, su negocio parecía estar destinado a desaparecer. Pero sus líderes decidieron pivotar y empezar a ofrecer vídeos para entretener a los más pequeños. Lo que estaba pensado como algo temporal, hasta que se recuperara la normalidad, se convirtió en una oportunidad con un enorme potencial, hasta el punto de virar completamente y convertirse en una plataforma educativa con un futuro prometedor por delante. Otro ejemplo es el de Airbnb, que tras sufrir la cancelación de todas sus reservas apostó por ofrecer experiencias online a los huéspedes que no podían viajar para que pudiesen conectarse con personas que hubieran conocido en esos viajes no realizados.
Es decir, una crisis puede ser una oportunidad de reordenar los elementos con los que contamos para cambiar el futuro de nuestra empresa, y más que paralizarnos, debería servirnos para replantearnos nuestra realidad. Dependiendo de cómo las personas nos posicionamos ante estos cambios, si desde una postura proactiva, tomando decisiones para adaptarse a la nueva realidad, o reaccionando a sus efectos, encontraremos la diferencia entre superar la crisis o padecerla.
Aprovechemos este momento de turbulencia e incertidumbre para mirar más hacia dentro de nuestra compañía que hacia fuera, identifiquemos nuestros desafíos y preguntémonos qué dimensiones del “crisis mindset” debemos desarrollar para convertir la crisis en oportunidad. Para no desear que el mundo se pare, como lo hacía -o no- Mafalda, sino para aprender a girar con él.
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Por Gabriel Weinstein, Managing Partner Europe de Olivia