Paula De Caro

En el mundo corporativo, el liderazgo también transita sus altibajos. Si bien se espera que CEOs y alta gerencia den la imagen de tener todo bajo control, lo cierto es que cada uno de nosotros tenemos días en que las cosas no salen como esperamos y la vida nos recuerda que somos, ante todo, humanos. 

Imaginemos una jornada cualquiera: estás llevando adelante una reunión, pero por dentro solo pensás en otra cosa, incluso en ese mate que no tuviste tiempo de cebar. O, peor aún, te das cuenta a mitad de la presentación que llevás puesta una media de cada color. O te confudís un nombre. O te quedás en blanco. Ahí, ¿qué podés hacer más que reírte de vos mismo? Es precisamente en ese acto de reír y admitir que no sos perfecto donde reside una de las mayores fortalezas del liderazgo. 

Mostrar vulnerabilidad no solo te humaniza, sino que también aligera el ambiente en la oficina. Después de todo, si el jefe puede reírse de sí mismo, ¿por qué no el resto del equipo? El humor, combinado con la apertura, crea un espacio donde las personas se sienten cómodas siendo ellas mismas, con sus habilidades y sus días de “¿para qué me habré levantado hoy?”. A fin de cuentas, el liderazgo es también la capacidad de reconciliarnos con nuestras imperfecciones y de aceptar que los “blancos mentales” pueden ocurrir. 

Este enfoque es especialmente relevante en el contexto del liderazgo femenino, donde las expectativas y presiones suelen ser mayores. Las mujeres en posiciones de liderazgo enfrentamos desafíos que van desde el balance entre la vida personal y profesional hasta cuestiones hormonales que hacen a nuestra naturaleza, y que siguen siendo un tema tabú en muchos entornos laborales. Sin embargo, liderar con autenticidad, incluso durante estas etapas, y usar el humor para desarmar los prejuicios, puede ser una herramienta poderosa para redefinir el rol de la mujer en la alta dirección. 

Pongamos como ejemplo la siguiente situación, que podría haber sucedido en cualquier empresa: un ejecutivo, conocido por su seguridad y toma de decisiones rápidas, se encuentra en un taller de formación con su equipo. Durante una dinámica, se le pide que comparta un momento de incertidumbre o duda. Él relata cómo, en medio de una reunión clave, experimentó grandes dudas, un instante en el que las ideas simplemente se esfumaron. Esa confesión, lejos de debilitar su imagen, generó una conexión profunda con su equipo. De repente, la figura del líder invulnerable se transforma en alguien con quien es más fácil empatizar, alguien con quien es más fácil trabajar. 

Como líder, mujer y ya con cierta trayectoria en mi haber, puedo decir que abrir conversaciones sobre temas como, por ejemplo, la menopausia, me ha permitido normalizar estas experiencias, acercarme a ellas de una manera más sana, reirme y sorprenderme con la conexión que esto me ha permitido generar con otros confirmándome que el liderazgo es cuestión de humanidad. Liderar con vulnerabilidad y humor fortalece la conexión entre el equipo, fomentando un entorno donde las personas se sienten seguras para ser ellas mismas, innovar y asumir riesgos sin miedo al juicio. Y, si algo sale mal, siempre habrá una buena anécdota para contar en la próxima reunión. 

Así que, ¿por qué no redefinir lo que significa ser un líder? En lugar de ver el liderazgo como una cuestión de perfección y control, empecemos a verlo como lo que realmente es: una serie de desafíos que se enfrentan mejor con una buena dosis de humor y la capacidad de admitir que no siempre tenemos todo bajo control. 

Y, si alguna vez te encontrás en una de esas reuniones donde todo sale mal, recordá: ¡Reíte, porque de eso están hechas las mejores historias! 

Si quieres conocer más sobre liderazgo haz click aquí

 

Por Paula De Caro, socia directora de OLIVIA 

Te queremos ayudar en tus procesos de transformación. ¡Contáctanos!