Pau

El coraje de liderar desde la vulnerabilidad.

El liderazgo auténtico se construye desde la vulnerabilidad y el reconocimiento de las necesidades particulares de cada persona.

Todas las prendas que atesoramos tienen una etiqueta oculta. En letras pequeñas, nos cuentan cómo cuidarlas: si tenemos que lavarlas a mano, si no toleran la centrifugadora, si deben secarse a la sombra o mantenerse alejadas de los colores más oscuros. Son detalles sencillos, pero fundamentales para preservar la prenda en su mejor versión.

Cuidado.

Una palabra que se cuela en ese rincón discreto de la tela, pero que también podría hablarnos de algo mucho más profundo.

Porque así como cada prenda tiene sus secretos, las personas también llevamos la nuestra: una “etiqueta de cuidado” invisible pero vital. A veces la conocemos bien; otras, necesitamos tiempo y experiencias para descubrirla. Sabemos, por ejemplo, si nos hace bien estar cerca de la familia, si pensamos mejor en silencio, si la inspiración nos visita por la mañana o si un gesto tan simple como una comida compartida puede tocarnos el alma. Todos tenemos esos pequeños grandes detalles que nos cuidan, que nos contienen, que nos permiten ser.

Y cuando hablamos de liderazgo, esta metáfora se vuelve especialmente poderosa.

Liderar no es simplemente organizar tareas, asignar objetivos o hacer seguimiento de resultados. Liderar con consciencia implica mirar al otro como una persona completa, con historias, emociones, fortalezas y fragilidades. Implica detenerse a descubrir cuál es la "etiqueta de cuidado" de cada integrante del equipo. ¿Qué necesita para sentirse seguro? ¿Qué lo motiva? ¿Qué tipo de entorno le permite desplegar su potencial?

La escritora y académica estadounidense Brené Brown, que lleva años investigando temas de vulnerabilidad, lo expresa con claridad: “La vulnerabilidad no es debilidad; es nuestra medida más precisa de coraje”. Para Brené, un liderazgo auténtico y transformador se construye desde la valentía de mostrarnos como somos, de preguntar sin saber todas las respuestas, de acercarnos sin máscaras. Compartir nuestra propia “etiqueta de cuidado” como líderes —eso que necesitamos para sostenernos, para conectar, para liderar desde un lugar genuino— es también un acto de coraje.

En esta misma línea, el investigador Zach Mercurio nos habla del concepto de “mattering” —esa sensación de que importás, que sos visible, que lo que hacés tiene valor para los demás. Este punto es interesante porque, según Zach, cuando las personas sienten que importan, no solo se sienten mejor, sino que rinden mejor, colaboran más y se comprometen con más sentido. Ahí es donde el liderazgo consciente encuentra su anclaje: en hacerle saber a cada persona que su presencia cuenta, que su voz es escuchada, que su singularidad es reconocida y apreciada.

Un liderazgo basado en el “mattering” no es transaccional, sino profundamente humano. Se preocupa por entender lo que cuida al otro, lo que lo motiva, lo que necesita para florecer. Porque cuando alguien se siente cuidado y valorado, se siente visto. Y cuando alguien se siente visto, puede mostrarse sin miedo.

Un liderazgo consciente, entonces, es uno que entiende que las personas no son piezas intercambiables en un engranaje. Son más bien prendas únicas, cada una con su textura, sus colores y su etiqueta. Y el rol del líder no es el de quien impone un molde, sino el de quien crea las condiciones para que cada uno pueda brillar con su forma propia, con su ritmo, con su autenticidad.

Liderar es cuidar. Cuidar desde la escucha, desde la empatía, desde la presencia.

Porque la vulnerabilidad, lejos de ser una debilidad, es la puerta hacia conexiones reales.

Y porque cuando las personas sienten que importan, pueden dar lo mejor de sí.

Y ahí, justo ahí, es donde ocurre la magia.

Por Paula De Caro, socia de la consultora Olivia.

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