Ezequiel

En tiempos donde las políticas comerciales de los bloques económicos sólo están levantando muros, las habilidades blandas de los líderes serán las claves para poder alcanzar el éxito que sus organizaciones buscan.

En un contexto global cada vez más tensionado por políticas proteccionistas, las organizaciones enfrentan desafíos que ya no pueden resolverse únicamente desde la lógica dura del comercio internacional. 

La guerra comercial entre Estados Unidos y China, especialmente agudizada a partir de las tarifas impuestas por la administración Trump y las represalias de Beijing, no solo ha redibujado el mapa de flujos económicos: ha puesto en evidencia que la clave para adaptarse al nuevo orden pasa por otro lado. 

El músculo que más se va a necesitar no es financiero ni logístico, sino humano. En otras palabras, serán las habilidades blandas las que definirán qué empresas logran capitalizar las oportunidades y cuáles quedan paralizadas ante el cambio.

Por supuesto, hay sectores que resultan, al menos en el corto plazo, beneficiados por el nuevo contexto. En Estados Unidos, la manufactura nacional se vio impulsada por las tarifas a productos importados. Industrias como la del acero y el aluminio ganaron terreno al poder competir en mejores condiciones frente a insumos foráneos. 

En paralelo, las empresas de tecnología, particularmente las de semiconductores, se vieron motivadas a desarrollar capacidades propias para reducir su dependencia de Asia, promoviendo inversiones locales en investigación y desarrollo.

Los agronegocios también encontraron, en la crisis, un espacio para reconfigurarse. Si bien el sector agrícola norteamericano sufrió por la pérdida del mercado chino, aquellos que lograron diversificar destinos o centrarse en productos que China no puede sustituir fácilmente, encontraron un nuevo eje de competitividad. Todo esto no surgió por casualidad: fueron decisiones estratégicas tomadas en medio de la incertidumbre, y ahí radica la lección de fondo.

Porque más allá de las industrias que coyunturalmente salen favorecidas, lo cierto es que este tipo de conflictos obliga a repensar estrategias empresariales que no estaban en los planes de nadie. Diversificar la base de proveedores, explorar mercados alternativos, y reconvertir procesos de producción se ha vuelto urgente. 

Pero, ¿quién lidera esos cambios? ¿Cómo se toma una decisión rápida sin margen de error y sin certezas sobre el futuro? Es aquí donde entran en juego las habilidades blandas como verdaderas herramientas de gestión en contextos de volatilidad.

La comunicación efectiva, por ejemplo, se vuelve indispensable para alinear equipos frente a nuevas estrategias. En un entorno donde las reglas cambian sin previo aviso, poder transmitir el "por qué" y el "para qué" de cada movimiento marca la diferencia entre una empresa cohesionada y una fracturada.

La adaptabilidad, más que un valor deseable, se convierte en una necesidad estructural. Aquellas empresas con perfiles de organizaciones adaptativas que ya habían construido culturas abiertas al cambio durante la pandemia hoy tienen una ventaja competitiva frente a las que siguen esperando que todo "vuelva a la normalidad".

También gana protagonismo la resolución de problemas. En un mundo donde los planes a largo plazo parecen papel mojado, la capacidad de responder con agilidad a los imprevistos es más valiosa que cualquier pronóstico. Y lo mismo sucede con la colaboración intercultural: frente a un escenario en el que los socios comerciales tradicionales ya no son una certeza, entender cómo negociar y trabajar con actores diversos será una herramienta esencial para abrir nuevos caminos.

No se trata solo de adaptar procesos. Se trata, fundamentalmente, de adaptar mentalidades. La resiliencia organizacional ya no depende únicamente de tener músculo financiero o tecnología de punta: requiere líderes empáticos, capaces de contener mientras transforman; equipos flexibles, que aprendan a moverse en la ambigüedad sin perder el foco; y estructuras menos verticales, más propensas al aprendizaje constante.

Las tarifas, los bloqueos, las tensiones comerciales no van a desaparecer. Todo indica que estamos entrando en una nueva era de realineamiento económico global, donde cada movimiento geopolítico impacta en las decisiones empresariales cotidianas. Pero incluso en un escenario tan áspero como el actual, hay oportunidades para quienes sepan leer el clima más allá del ruido y del miedo.

La paradoja es clara: en un mundo que se endurece, que fabrica sus propias crisis y cuellos de botella, los líderes más exitosos serán los que tengan habilidades blandas bien desarrolladas. Porque, al final del día, lo que diferencia a una empresa que simplemente sobrevive de otra que realmente crece no es cuán fuerte es frente a las crisis, sino cuán humana sabe volverse para enfrentarlas.

 

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Por Ezequiel Kieczkier, CEO de Olivia y autor del libro Crisis&Co.

 

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