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Transcripción de la nota publicada en la revista OBSERVATORIO DE RRHH – ORH- de España

Esta reflexión surge como una variante del libro Do Androids Dream of Electric Sheep? que sirvió de base para la película de culto Blade Runner. El libro y la película planteaban el debate moral de si los robots podían tener sentimientos, experimentar emociones. Es el turno de las empresas.
Si algo le exigió la pandemia a nuestras organizaciones es resiliencia y temple. La motivación de nuestros empleados fue clave para ello. Contrario a lo que suele pensarse, se trata de un activo que exige nutrirlo no sólo en una crisis. Algunas ideas y consejos para lograrlo.

Durante gran parte del siglo XX se consideraba que una empresa debía comportarse como un robot, este fue el concepto establecido por Ford a principios del pasado siglo. Sorprendentemente, algunas empresas parecen robots hasta el día de hoy. Esto no debería llamarnos mucho la atención ya que muchas organizaciones durante la pandemia, no tuvieron en cuenta a los trabajadores en sus planes de contingencia, ni sus situaciones personales.

Como ya decía Charles Handy, filósofo y experto especializado en comportamiento y gestión organizacional: “Las organizaciones no tienen otro camino que reinventarse casi cada año. Para tener éxito, necesitan individuos que disfruten de la incertidumbre, que vean el aprendizaje no como una confusión de la ignorancia, sino como la única manera de sobrevivir. Se ha dicho que quien deja de aprender, deja de vivir. Esto también es cierto para las organizaciones”. Tomando como base esta premisa, estaremos de acuerdo en que las emociones de una empresa serán la suma de las emociones de cada uno de sus trabajadores. Yo añadiría, además, a cada uno de sus colaboradores, incluyendo a clientes y proveedores, entre otros.

Pensemos acerca de si pueden las organizaciones experimentar emociones: ¿puede una organización ser triste?, ¿puede tener ansiedad?, ¿cómo podemos diagnosticarlo? ¿tiene tratamiento? Si es así, ¿se podrían diagnosticar la ansiedad, la tristeza, la pérdida de la realidad de una organización, considerándolos como los síntomas que podrían ser parte de la cultura dañada de una organización?

 

El peligro del contagio

Las personas cuando tienen ansiedad o están tristes, tienen la opción de ponerse bajo tratamiento farmacológico (antidepresivos, ansiolíticos), psiquiátrico y psicológico. ¿Cuál es el tratamiento entonces para una empresa? ¿Hay un diván para que se siente la empresa y cuente sus problemas? ¿Se puede tratar la ansiedad empresarial? ¿Es una cuestión transversal o es de cada uno de sus directivos?

Las empresas tienen miedos. Las personas están tristes, desmotivadas. Esto genera una serie de juicios internos y creencias negativas. En general, se produce una serie de eventos: El pesimismo se contagia. Esto hace que se desarrolle el efecto de la profecía autocumplida: “Este proyecto va a fracasar como siempre, la competencia siempre desarrolla productos mejores que los nuestros,”. Todos hemos conocido este tipo de empresas en las que el tiempo del café, la hora de la comida, por nombrar algunos, eran momentos que terminaban convirtiéndose en espacios para la queja, para liberar la ansiedad del trabajo. Desde mi punto de vista, estas organizaciones han acabado fracasando debido, principalmente, a que sus empleados no tenían la motivación para innovar, para cambiar. Como tampoco tenían la confianza para proporcionar un feedback constructivo.

 

Pero como directivo, ¿cómo puedo diagnosticar esta situación?

En mi experiencia, hay una serie de síntomas que, si uno quiere prestar atención, saltan a la vista. Solo hay que pararse un segundo a observar a las personas que componen nuestros equipos. ¿Ves a tu equipo sonreír? En las reuniones, ¿los equipos se muestran activos o permanecen callados y participan solo cuando se les pregunta? Los colaboradores y empleados, ¿son capaces de proponer ideas alternativas a las que proponen los responsables? ¿Las personas promueve ideas de motu propio? ¿Se acercan a la dirección, ilusionados para comentar una idea que han pensado de camino a casa o en la ducha, por ejemplo?

Si la mayoría de respuestas es un no, en tu empresa o en tu entorno de trabajo está empezando o ya está implantada la semilla de la tristeza. La experiencia enseña que la causa principal suele ser el miedo, miedo a fallar, miedo a ser despedido. Una vez que esta situación ha arraigado en tu organización, es complicado cambiar esta tendencia. Como decía Einstein “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
Pero tranquilo esto tiene solución, además de poder transformar esta situación en una ventaja competitiva. Podríamos considerar como “antidepresivos” los propuestos por Peter Senge:

Dominio personal: Hacer que cada miembro de nuestro equipo sienta que está en su mano desarrollar a la empresa, que se sienta empoderado para realizar las labores asignadas con creatividad y -más importante aún- con margen de error, con margen para fallar.
Modelos mentales: Este tema es uno de los más importantes, ya que implica cambios en la cultura de la organización. La primera píldora es escuchar activamente a tu equipo, a tus clientes, a tus proveedores. Crea una situación donde sepan que son escuchados. Después de haber creado este entorno, empieza a tomar acciones basadas en ese feedback.

Construcción de una visión compartida: La visión es algo clave para luchar contra los sentimientos negativos. Debemos crear una visión que tenga sentido, que genere fe en nuestros empleados, pero también en el resto de colaboradores, que forman parte de una organización especial, de un departamento especial. No debemos definir una visión que genere una diferencia entre lo que decimos (la visión) y lo que hacemos (el día a día).

Aprendizaje en equipo: Con la situación actual (nevadas inesperadas, pandemia) el desarrollar el concepto de equipo se ha visto impactado. Tenemos que buscar nuevas fórmulas que permitan que la suma de los conocimientos de cada individuo sea mayor que la mera suma aritmética. Para lograrlo, puedes potenciar reuniones de equipo donde todo el mundo tenga margen (temporal) para exponer su punto de vista en un entorno positivo. Toda idea es bienvenida. Para demostrarlo, pon en marcha iniciativas surgidas del trabajo en equipo.

Pensamiento sistemático: Tenemos que transmitir a nuestros equipos que no están solos, que forman parte de un todo. Que nuestros clientes están impactados por que cada decisión que tomamos. Es importante la comunicación horizontal; está bien destacar el sentimiento de pertenencia a un departamento, pero siempre teniendo en cuenta que nuestra organización es más que un solo departamento. Las organizaciones -como las cadenas- se rompen por el eslabón mas débil. Un primer y sencillo paso, sería ir incluyendo a miembros de nuestro equipo en reuniones con otras áreas de la empresa. El objetivo: potenciar equipos transversales y recalcar la importancia de que cada decisión tiene que tener en cuenta al resto de la organización.

Pero es importante contextualizar todo lo anterior en cifras. Según datos del INE un 40% de los trabajadores y más de la mitad de los empresarios confiesan sufrir estrés, por lo que no solo desde un punto de vista empresarial sino también social es clave poder diagnosticar la situación emocional de nuestra organización. Este no es solo un problema nacional, sino que es un problema común a nivel mundial: ya en 2013 la Unión Europea estimó que el coste podría rondar los 617.000 millones de euros anuales desglosados de la siguiente forma: 272.000 millones por absentismo y presentismo; 242.000 millones por pérdida de productividad; 63.000 millones en costes de asistencia sanitaria; y 39.000 millones en costes de prestaciones por invalidez. Teniendo en cuenta las situaciones de estrés que estamos viviendo actualmente debidas a la pandemia y los cambios que genera la globalización, estas cifras se pueden haber disparado en estos meses. En definitiva, este tema no es solo crítico desde un punto de vista de salud sino también desde un punto de vista financiero y de productividad de las organizaciones.

Es evidente que no hay pociones milagrosas ni pretendo dar la “medicina mágica” de como solucionar todos los problemas relacionados con la tristeza empresarial, ni mucho menos. Mi principal consejo es empezar por reconocer que hay un problema. Si es así, como en la vida real, lo mejor siempre es pedir ayuda, ya que el cambio cultural hoy más que nunca, empieza y termina en las personas como motor del cambio que son.

 

Por Oscar Velasco, Socio Director OLIVIA España

 

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