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El liderazgo tradicional ya no es suficiente.

La virtualidad y la conectividad borraron las fronteras entre lo laboral y lo personal, generando un impacto directo en el rendimiento cognitivo de los equipos.

El rendimiento laboral y la productividad enfrentan nuevos desafíos en la era digital. El mundo del trabajo sufrió un cambio radical en los últimos años, y los meses de verano ya no son una excepción. Antes, enero y febrero, entre los que vivimos en el hemisferio sur, eran meses de baja estacionalidad: las empresas reducían su ritmo, se planificaba el año, y muchos se tomaban vacaciones y se facilitaba la desconexión digital. Hoy, esa dinámica cambió por completo. La virtualidad y la conectividad 24/7 borraron las fronteras entre lo laboral y lo personal. Pero, ¿a qué costo mantenemos esta hiperconectividad permanente?

El impacto de la hiperconectividad en el rendimiento laboral

En un contexto de cambio constante e incertidumbre, donde es indispensable la claridad mental para tomar decisiones, la desconexión es más que un lujo: es una necesidad estratégica. El cerebro humano no está diseñado para operar en un estado continuo de alerta. Sin descanso, caemos en la trampa de operar desde un lugar de supervivencia, sesgados y agotados, incapaces de analizar la complejidad de los desafíos actuales.

Sin embargo, la cultura corporativa históricamente premió la disponibilidad absoluta. En el pasado, el “último en irse” era visto como el empleado más comprometido. Hoy, ese modelo evolucionó hacia el “siempre disponible”, donde herramientas como WhatsApp se convierten en canales invasivos que exacerban la ansiedad y perpetúan la sensación de urgencia. De hecho, no por nada, hace un tiempo se empezó a utilizar el concepto de FOMO (acrónimo para fear of missing out, que traducido al español significa miedo a perderse algo). Si bien esta dinámica no es exclusiva de los entornos laborales, se potencia con las redes sociales y con la conexión permanente. La paradoja es cruel: en nuestra obsesión por estar siempre disponibles, nos volvemos menos presentes.

Cambiar este paradigma es clave empezando por el rol del líder y qué significa ejercer este rol. Un buen líder no solo toma decisiones estratégicas, sino que también fomenta un entorno donde desconectar es posible. Esto implica construir lazos de confianza, delegar con efectividad y aceptar que los errores son parte del proceso de aprendizaje. Si un líder no puede desconectar, ¿qué mensaje envía a su equipo?

Diagnóstico organizacional: el método de los porqués

Les propongo un ejercicio. Preguntémonos, con brutal honestidad: 

  • ¿Por qué no puedo desconectar? La primera respuesta suele ser superficial: “Hay demasiado trabajo”. 

  • Pero sigamos indagando: ¿Por qué hay tanto trabajo? 

  • ¿Por qué no confío en que otros puedan manejarlo?

  • ¿Por qué siento que soy imprescindible? 

  • ¿Por qué los procesos o estructuras no se ajustan para que mi equipo pueda funcionar sin mi presencia constante?

 

Cada “por qué” es una pala que excava más profundo en nuestras inseguridades y patrones disfuncionales. Si no podemos desconectar, debemos preguntarnos: ¿Por qué? Estas preguntas no solo ayudan a identificar barreras, sino que también abren la puerta a un cambio cultural profundo.

Liderazgo y desconexión: modelando nuevos comportamientos

El descanso no es un lujo que recompensa el agotamiento, es el combustible que permite a las personas y organizaciones funcionar de manera óptima. En lugar de perpetuar modelos de trabajo insostenibles, las empresas deben entender que invertir en el bienestar mental y emocional de sus colaboradores no solo mejora el rendimiento cognitivo y la productividad empresarial, sino que también fortalece la capacidad de innovación y resiliencia.

El desafío está en nuestras manos. Planifiquemos hoy para que, si este año no pudimos hacerlo, en 2026, desconectar sea un valor, la norma y no la excepción. Porque en un mundo donde el cambio es la única constante, necesitamos claridad mental para liderar con efectividad.

 

Por Paula De Caro, Socia de Olivia.

 

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